Sierra y los Gatitos Aventureros



En un pequeño departamento de Buenos Aires, vivía una perrita llamada Sierra. Era una golden retriever de color dorado y su carácter era tan brillante como su pelaje. Junto a ella, habitaban tres traviesos gatitos: Lebrones, un gato atigrado muy curioso, Puchi, una gata blanca y suave como un nube, y el pequeño púrpura llamado Nocturno, que se destacaba por su singular color y actitud soñadora.

Un día, mientras jugaban al lado de la ventana, Lebrones dijo:

- ¡Che, chicos! ¡Hoy es un día perfecto para una aventura!

- ¿Una aventura? - preguntó Puchi con sus ojos grandes y redondos. - ¿A dónde vamos?

- ¡Al parque! - propuso Sierra, moviendo su cola con entusiasmo. - He oído que hay un montón de cosas nuevas para descubrir.

- ¡Sí, vamos! - dijo Nocturno, que siempre estaba listo para ir a un lugar nuevo.

El amo de los animales se dio cuenta de que estaban muy entusiasmados y decidió llevarlos al parque. Preparó la mochila, llenándola de agua, golosinas y una manta para que pudieran descansar. Tenía una sonrisa, pues sabía que todos se divertirían.

Al llegar al parque, el sol brillaba y el aire olía a flores frescas. Los cuatro amigos empezaron a explorar. Puchi, con su curiosidad, fue la primera en descubrir un grupo de mariposas danzando.

- ¡Miren, mariposas! - gritó feliz.

- ¡Vamos a jugar con ellas! - dijo Lebrones, corriendo tras una.

Mientras ellos jugaban, Sieerra se sentó a la sombra de un árbol, disfrutando del momento. Luego, sin previo aviso, escucharon un fuerte sonido.

- ¡Booooom! - retumbó en el aire. Todos se sobresaltaron.

- ¿Qué fue eso? - preguntó Nocturno, un poco asustado.

- Debe haber sido alguien que pasó en bicicleta - dijo Sierra, intentando calmar a sus amigos.

De repente, se dieron cuenta de que un pequeño perrito estaba atascado en un arbusto cerca de ellos. Era un cachorro de color negro que se veía triste y asustado.

- ¡Miren, un amigo! - exclamó Puchi, acercándose al cachorro. - ¿Estás bien?

- No, estoy atrapado - lloró el perrito. - No puedo salir.

Sierra, con su corazón lleno de valentía, ladró:

- ¡No te preocupes! Vamos a ayudarte.

- ¡Sí! - gritaron los gatitos.

Los tres gatitos empezaron a hacer mucho ruido para distraer al cachorro y hacer que se calmara, mientras Sierra utilizaba su hocico para empujar suavemente las ramas del arbusto. Al poco tiempo, el perrito logró liberarse.

- ¡Gracias, amigos! - dijo el perrito, moviendo su cola contento. - Me llamo Max.

- ¡Bienvenido a la aventura, Max! - exclamó Puchi, mientras Lebrones y Nocturno festejaban saltando alrededor.

De repente, el cielo se nubló y el viento sopló con más fuerza. Los amigos notaron que sus papás los estaban buscando con una preocupación visible.

- ¡Chicos, tenemos que volver! - dijo Sierra mirando a sus amigos.

- La montaña de hojas - sugirió Nocturno, que siempre había soñado con jugar en montañas de hojas.

Juntos, empezaron a correr de vuelta hacia sus papás, mientras Max los seguía. En el camino, hicieron una montaña de hojas y se divirtieron lanzándose entre ellas. Risas y alegría llenaron el ambiente, haciendo que el miedo al trueno se esfuma.

Finalmente, llegaron con sus papás, quienes se abrazaron a sus mascotas al verlos felices y sanos.

- ¡Nunca se alejen de nosotros! - dijo el amo de Sierra con una sonrisa de alivio.

- Estábamos ayudando a un amigo - explicó Sierra mientras Max se le acercaba tímidamente.

- ¡Qué valientes! - dijo el dueño, acariciando a todos. - Max, ¿quieres ser parte del grupo?

Max sonrió, y sus ojos brillaron con alegría.

- ¡Me encantaría!

Así, al caer la tarde, volvieron todos al departamento, felices y cansados, con un nuevo amigo en su manada. Habían aprendido que cada día puede ser una nueva aventura y que, en la vida, siempre es mejor ayudar a los demás.

- ¡Hasta la próxima aventura! - dijeron al unísono, cerrando su día con risas y promesas de nuevos juegos por venir.

FIN.

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