¡Siguiendo el Camino de Lina!
Había una vez en la selva más profunda una pequeña serpiente llamada Lina. Lina era una serpiente muy curiosa, aventurera y muy juguetona, pero no todo podía ser bueno, ya que tenía un pequeño problema: no tenía amigos con los que jugar. Todos los animales de la selva la miraban con desconfianza porque, aunque era muy simpática, su forma de ser un poco despreocupada a veces asustaba a los demás.
Un día, mientras Lina se deslizaba alegremente por el sendero de la selva, escuchó un llanto. Era un pequeño mono llamado Rufi, sentado en una rama de un árbol, con la cabeza entre las patas.
- ¿Por qué lloras, Rufi? - le preguntó Lina, acercándose con cuidado.
- No puedo bajar, tengo miedo de caer - respondió Rufi, con voz temblorosa.
- No te preocupes, yo te ayudaré - dijo Lina, tratando de sonar tan animada como pudiera.
Lina se deslizó por el tronco del árbol hasta donde estaba Rufi, y le dio ánimo.
- Solo tienes que despreocuparte y lanzarte hacia mí. ¡Confía en mí! - agregó con una sonrisa.
Rufi miró hacia abajo, dudando, pero las palabras de Lina lo alentaron. Finalmente, cerró los ojos, se lanzó y cayó suavemente sobre el lomo de Lina.
- ¡Lo logré! - gritó Rufi, emocionado. - ¡Sos la mejor!
Lina se sintió muy feliz por poder ayudar a un nuevo amigo.
- ¿Querés jugar a las escondidas conmigo? - le preguntó chispeante.
- ¡Sí! ¡Me encantaría! - dijo Rufi, ahora lleno de energía.
Los dos comenzaron a jugar y, curioso, se les unió un colorido loro llamado Paco, quien los había estado observando desde las ramas.
- ¿Puedo unirme? - preguntó Paco.
- ¡Claro! Cuantos más, mejor - contestó Lina.
Así fue como, poco a poco, el grupo fue creciendo. Se unió Tita, una tortuga lenta pero sabia, que siempre tenía un buen consejo para dar, y luego llegaron a ellos unos traviesos ciervos que querían compartir su energía.
Mientras jugaban, Rufi propuso una aventura.
- ¿Qué tal si buscamos la flor brillante que dicen que está en la cima de la montaña? - sugirió el mono.
- ¡Eso suena increíble! - exclamó Lina.
- Pero, no sé si podamos llegar allí - interrumpió Tita, un poco preocupada.
Lina, llena de determinación, dijo:
- ¡Si vamos juntos, estoy segura de que podemos lograrlo! Todos tenemos diferentes habilidades.
Así que, luego de hacer un plan, el grupo comenzó su travesía hacia la montaña. Por el camino, se encontraron con varios obstáculos. Un río caudaloso les bloqueó el paso.
- ¡Ayuda! - clamó Rufi, viendo que no podían cruzar.
- Yo puedo ayudar con mis alas - dijo Paco, alzando el vuelo y viendo el camino desde lo alto. - Hay un tronco que podemos usar como puente.
- ¡Eso es genial! - animó Lina.
- Todos a la vez, ¡vamos! - gritó Rufi, tomando la iniciativa.
Después de cruzar el río, la selva se tornó oscura y escalofriante. Un trueno resonó y la lluvia comenzó a caer.
- ¡No tengo ganas de seguir! - se quejaba Tita.
- ¡Vamos, amigos! No podemos rendirnos ahora! - insistió Lina, empujando al grupo hacia adelante.
Finalmente, después de muchas peripecias y risas, llegaron a la cima de la montaña. Allí, en un lugar soleado, encontraron la flor brillante que tanto habían buscado. Era más hermosa de lo que habían imaginado.
- ¡Lo logramos! - gritó Rufi, lleno de alegría.
- Este momento es especial y lo compartí junto a mis amigos - dijo Lina, sonriendo.
- Y gracias a que todos trabajamos en equipo, ¡pudimos llegar! - añadió Paco.
Desde ese día, Lina no solo había encontrado amigos, sino un lugar especial en el corazón de cada uno de ellos. Aprendieron que, aunque algunos se sientan diferentes, todos pueden aportar algo único y hermoso a la amistad.
Y así, la pequeña serpiente aventurera continuó explorando la selva, pero ahora en compañía de sus queridos amigos, siempre dispuestos a vivir nuevas aventuras.
Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!
FIN.