Silvia y el ukelele mágico


Había una vez en la ciudad de Buenos Aires, una niña llamada Silvia que asistía a un colegio muy especial donde todos los niños y niñas aprendían a tocar el ukelele.

Desde pequeña, Silvia había sentido curiosidad por ese instrumento de cuerdas tan peculiar y se emocionaba cada vez que escuchaba sus melodías.

Un día, la maestra de música del colegio les propuso a todos los alumnos aprender a tocar el ukelele como parte de un proyecto musical para participar en un encuentro con otras escuelas. Silvia no pudo contener su emoción y se inscribió inmediatamente. Durante las clases, Silvia practicaba con dedicación y entusiasmo.

Aprendió acordes, ritmos y melodías con rapidez, demostrando un talento natural para la música. Sus compañeros la animaban y la apoyaban en todo momento, creando un ambiente de amistad y colaboración en el aula. Finalmente, llegó el día del encuentro de ukelelistas.

Las diferentes escuelas se reunieron en un hermoso teatro para mostrar sus habilidades musicales ante un público lleno de expectativas. Silvia estaba nerviosa pero emocionada por compartir su pasión por el ukelele con los demás.

Al subir al escenario junto a sus compañeros, Silvia sintió mariposas en el estómago. La luz tenue iluminaba el lugar mientras afinaban sus instrumentos y se preparaban para comenzar a tocar. Cuando empezaron a interpretar una canción alegre y pegajosa, todo cobró vida.

El sonido del ukelele resonaba por todo el teatro, haciendo vibrar los corazones de los espectadores. Silvia tocaba con destreza y pasión, contagiando su energía al resto del grupo. Los aplausos no se hicieron esperar al finalizar la presentación.

-¡Eso estuvo increíble! ¡Lo hicimos genial! -exclamó uno de sus compañeros emocionado. -¡Sí! ¡Fue una experiencia inolvidable! -respondió Silvia con una gran sonrisa en su rostro. Después del evento, las escuelas compartieron momentos de alegría y camaradería.

Los niños intercambiaron experiencias e impresiones sobre lo vivido durante la jornada musical. Silvia se sentía feliz de haber formado parte de algo tan especial y significativo. A partir de ese día, Silvia continuó tocando el ukelele con aún más pasión y determinación.

Su participación en el encuentro le había enseñado que la música es una forma maravillosa de conectar con los demás y expresar emociones sin necesidad palabras.

Y así, entre acordes dulces y melodías encantadoras, Silvia siguió cultivando su amor por la música mientras inspiraba a otros a seguir sus sueños sin importar lo grande que parezcan ser. Porque cuando se tiene pasión y perseverancia, cualquier meta es alcanzable.

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