Simón, el zorrito auténtico



Había una vez en un bosque encantado, un pequeño zorrito llamado Simón que se sentía diferente a los demás animales.

Siempre se preguntaba por qué no podía correr tan rápido como los conejos o trepar tan alto como los monos. Un día, decidió emprender un viaje en busca de su identidad y descubrir quién era en realidad. En su camino, conoció a una sabia lechuza llamada Doña Alba, quien vivía en lo más alto de un árbol centenario.

Simón le contó sobre sus dudas y Doña Alba le dijo: "Querido Simón, la verdadera identidad no está en lo que haces o cómo te comparas con los demás, sino en lo que llevas dentro de tu corazón".

Intrigado por estas palabras, Simón siguió explorando el bosque y se encontró con una familia de osos muy amorosos.

El oso mayor le dijo: "Pequeño zorrito, la identidad es como un rompecabezas donde cada pieza es única e importante para completar la imagen". Animado por estas enseñanzas, Simón continuó su viaje y llegó a un claro donde había varios animalitos jugando juntos. Se acercó tímidamente y les preguntó si podía unirse a ellos.

Todos lo recibieron con alegría y comenzaron a jugar al escondite. Después de varias rondas de juego, uno de los animalitos dijo: "Simón, eres tan bueno encontrando lugares secretos para esconderte que podrías ser el campeón del escondite".

Sorprendido por el comentario, Simón comenzó a reír y se dio cuenta de que no necesitaba ser como los demás para ser especial.

De regreso al árbol de la sabia lechuza Doña Alba, Simón comprendió que su identidad estaba formada por todas las experiencias vividas, las amistades construidas y el amor compartido. Ya no se sentía diferente, sino único y valioso en su propia piel. "Gracias por ayudarme a descubrir mi verdadera identidad", le dijo Simón a Doña Alba.

"Recuerda siempre llevar contigo lo más importante: tu autenticidad y bondad", respondió la sabia lechuza.

Y así, el pequeño zorrito aprendió que la verdadera identidad no radica en las habilidades extraordinarias o las apariencias externas, sino en la aceptación de uno mismo tal como es y el valor de ser genuino ante los demás. Desde entonces, todos en el bosque admiraban a Simón por ser exactamente quien era: un zorrito único lleno de amor y amistad.

Y juntos vivieron felices para siempre entre risas y juegos bajo la sombra del árbol centenario.

FIN.

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