Simón en la Ciudad Perdida
Era un hermoso día soleado en la tranquila ciudad de Mendoza. Simón, un perrito de orejas caídas y pelaje marrón claro, jugaba en el parque con su dueña, una niña llamada Sofía. Mientras corrían y se reían, una mariposa colorida sobrevoló cerca y Simón, curioso como siempre, decidió seguirla.
"- ¡Simón, vuelve!" - gritó Sofía, pero el perrito ya estaba corriendo hacia la mariposa, sin darse cuenta de que se adentraba más y más en la gran ciudad.
La mariposa lo llevó por calles que nunca había visto. Simón correteaba feliz, hasta que, al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que no había ninguna cara conocida. "- Oh no, ¿dónde estoy?" - pensó angustiado.
Simón intentó regresar por el camino que había tomado, pero todo le parecía diferente. La ciudad sonaba de manera extraña, con autos que pasaban velozmente y un bullicio constante. Caminó un poco hasta que conoció a una paloma llamada Pedro.
"- ¿Dónde estás, pequeño?" - preguntó Pedro.
"- Me perdí, necesito volver a casa. No sé cómo hacerlo" - respondió Simón, con un hilo de voz.
"- No te preocupes, yo te ayudaré. Ven, sígueme. ¡La ciudad no es tan grande una vez que sabes a dónde ir!" - dijo Pedro, agitando sus alas.
Simón se sintió esperanzado y siguió a la paloma. Juntos recorrieron la ciudad. Pasaron por la plaza, donde Simón vio a muchos perros jugando y a niños corriendo.
"- Tal vez los conozca..." - murmuró Simón, pero no reconocía a nadie. Entonces, decidieron seguir su camino. Pedro lo llevó a una heladería, donde un niño con un helado de frutilla le sonrió.
"- ¡Qué rico!" - dijo Simón lleno de deseo.
"- Primero vamos a encontrar a Sofía, luego comeremos todos los helados que queramos" - interrumpió Pedro.
Después de muchas vueltas y algunos encuentros, Simón se topó con una tienda de mascotas. Un perro grande y animal le ladró.
"- ¿Qué haces aquí solito?" - ladró el perro.
"- Me perdí y estoy tratando de regresar a casa" - contestó Simón, un poco asustado.
"- No te preocupes, aquí hay muchos amigos. Ellos pueden ayudarte también" - dijo el perro, mientras llamaba a otros perritos que venían a hacerle compañía.
Después de contar su historia a otros perros, estos decidieron buscar a Sofía con Simón. Muy pronto, una jauría de perros y una paloma comenzaron la búsqueda. Recorrían calles, preguntando y buscando pistas, mientras Simón nunca perdía la esperanza.
Pasaron horas, y el sol comenzó a esconderse detrás de los edificios. Simón ya se sentía cansado y preocupado. Entonces, de repente...
"- ¡Miren allá! - gritó uno de los perritos. ¡Es la niña con la que jugabas!" - y Simón dio un salto de alegría.
Y allí estaba Sofía, mirándolo con lágrimas en los ojos.
"- ¡Simón!" - gritó ella, corriendo hacia él.
Simón se abalanzó hacia ella, su cola moviéndose de un lado a otro. "- ¡Estaba tan asustado, pero hice nuevos amigos que me ayudaron a volver!" - ladró emocionado.
"- Te encontré, ¡nunca más me volveré a alejar!" - dijo Sofía, abrazándolo con fuerza. Y así, bajo el brillo de los últimos rayos de sol, Simón comprendió que aunque la ciudad era enorme y a veces aterradora, siempre hay amigos dispuestos a ayudar y regresar a casa es posible si uno no se rinde.
Desde ese día, Simón y Sofía disfrutaron de sus paseos en la ciudad, siempre prestando atención y cuidando que no se alejaran demasiado el uno del otro. Y, por supuesto, nunca olvidaron la importancia de la amistad y la solidaridad.
FIN.