Simón y el juego de enseñar
Había una vez un niño llamado Simón que era muy apasionado por el voley. Pasaba horas y horas entrenando en la cancha, practicando su saque, sus pases y sus remates.
Siempre soñaba con ser el mejor jugador de su equipo y ganar muchas competencias. Un hermoso día, Simón se levantó emocionado porque era el día de la gran competencia de voley.
Había estado entrenando muy duro para este momento y estaba listo para demostrar todo lo que había aprendido. Pero cuando se preparaba para salir de casa, sintió un fuerte dolor en su tobillo derecho. -¡Ay! ¡Me duele mucho el tobillo! -exclamó Simón preocupado.
Sus padres rápidamente lo llevaron al médico y después de hacerle algunos estudios, le dijeron que tenía una lesión en el tobillo y que no podía jugar al voley durante un tiempo. Simón se sintió muy triste al escuchar esto.
No podía creer que no podría participar en la competencia a la que tanto había esperado. Se sentó en su habitación con lágrimas en los ojos, pensando en lo injusta que era la vida.
Pero entonces, recordó las palabras sabias de su abuelo: "Simón, la vida está llena de obstáculos y desafíos. Lo importante es cómo los enfrentas". Estas palabras resonaron en su mente y le dieron fuerzas para seguir adelante. Decidió aprovechar ese tiempo sin jugar al voley para aprender más sobre el deporte desde otra perspectiva.
Comenzó a leer libros sobre tácticas del juego, a ver partidos por televisión y a estudiar los movimientos de los mejores jugadores del mundo.
Un día, mientras Simón estaba en la biblioteca buscando información sobre el voley, conoció a Martín, un niño que también amaba el deporte. Martín le contó que había formado un equipo de voley en su escuela y que estaban buscando nuevos jugadores. -¡Eso suena genial! -exclamó Simón emocionado-.
Aunque no pueda jugar, puedo ayudar al equipo desde afuera. Puedo ser el entrenador y enseñarles todo lo que sé. Martín aceptó encantado la propuesta de Simón y juntos comenzaron a entrenar al equipo de voley.
Simón les enseñaba las técnicas y estrategias que había aprendido durante todos esos días de investigación. A medida que pasaba el tiempo, Simón se dio cuenta de lo gratificante que era compartir sus conocimientos con otros niños apasionados por el voley.
Aunque no pudiera estar en la cancha jugando, sentía una gran satisfacción al ver cómo sus compañeros mejoraban cada día. Finalmente, llegó el día del torneo escolar.
El equipo de Martín estaba listo para enfrentarse a otros equipos y aunque extrañaban tener a Simón como jugador, sabían que él estaría allí para apoyarlos desde las gradas. El primer partido fue muy reñido, pero gracias a las tácticas y consejos de Simón, lograron ganar. El segundo partido también fue emocionante y nuevamente salieron victoriosos.
Y así sucesivamente, hasta llegar a la final del torneo. En la final, el equipo de Martín estaba frente al mejor equipo del colegio.
Estaban nerviosos, pero Simón les recordó lo importante que era confiar en sí mismos y en el trabajo en equipo. El partido fue intenso, con jugadas increíbles por parte de ambos equipos. Pero gracias a la estrategia y al esfuerzo conjunto, el equipo de Martín logró ganar el torneo escolar.
Todos los jugadores estaban eufóricos, celebrando su victoria. Y aunque Simón no había podido jugar, se sentía igualmente feliz y orgulloso de ellos. Desde ese día, Simón siguió entrenando y jugando al voley con más pasión que nunca.
Pero también descubrió que enseñar a otros era algo maravilloso y se convirtió en un gran entrenador para muchos niños que soñaban con ser grandes jugadores de voley.
Y así, Simón aprendió que a veces las dificultades pueden abrir puertas inesperadas y que siempre hay una forma de seguir disfrutando de lo que amas hacer.
FIN.