Simón y el Quilombo de Tío Raúl



En un lugar muy especial, donde el ruido y la risa llenaban el aire, existía un lugar que todos conocían como el Quilombo de Tío Raúl. En este quilombo, había un niño muy particular llamado Simón. Simón era un explorador curioso que disfrutaba recorriendo los pasillos y descubriendo cosas nuevas. Aunque a veces se sentía diferente, su corazón era tan grande como su curiosidad.

Un día, mientras caminaba por los coloridos pasillos, oyó un estruendo de risas y música que venía de una de las habitaciones. "¿Qué será eso?", se preguntó. Sin pensarlo dos veces, decidió entrar y conocer el secreto que se escondía detrás de esa puerta.

Al abrirla, se encontró con un grupo de niños y adultos bailando y cantando. "¡Bienvenido, Simón!" - le gritaron todos a la vez, deteniéndose para mirarlo con Sonrisas.

Simón sonrió. "¿Puedo unirme?" - preguntó tímidamente.

"¡Por supuesto!" - respondió una niña vestida de colores. "Estamos organizando un baile para celebrar la amistad. ¡Ven, te mostramos cómo se hace!"

Simón, emocionado, se dejó llevar por la música. Poco a poco, comenzó a moverse al ritmo de la melodía, olvidándose de sus miedos. A medida que participaba, se dio cuenta de que no estaba solo; todos los demás también tenían su propio estilo de baile y se divertían a su manera.

"Mirá, Simón, todos tenemos algo especial que nos hace únicos. Aquí, cada uno puede ser como quiere" - dijo una de las mujeres que estaba organizando el evento.

Simón sonrió aún más. "Sí, ¡aquí todos somos especiales!" - exclamó, sintiendo una calidez en su corazón.

La fiesta seguía y, de repente, apareció Tío Raúl. "¡Chicos! ¿Qué hacen aquí? ¡No hay fiesta sin mí!" - dijo mientras se unía al baile con su propio estilo, que era un poco torpe pero lleno de alegría.

Simón se dio cuenta de que, a través de la diversidad, se podía construir una gran amistad. Todos bailaban, reían y compartían historias. Así, las diferencias se convirtieron en riquezas, y en lugar de sentirse aislado, Simón se sintió rodeado de amor.

"Este es el mejor día de mi vida" - gritó Simón con alegría al final de la fiesta.

Después de esa increíble experiencia, Simón se convirtió en uno de los organizadores de las fiestas. Cada semana, junto a sus nuevos amigos, planeaban eventos que llenaban el quilombo de risas y amor.

Así fue como Simón aprendió que la amistad y la aceptación son más poderosas que cualquier diferencia. Juntos, crearon un lugar donde todos se podían expresar libremente, y cada día, nuevas risas y músicas llenaban el aire del Quilombo de Tío Raúl. Y Simón, siempre con su sonrisa, siguió siendo el valiente explorador del corazón de todos.

Cada rayo de sol y cada estrella en el cielo reflejaban la alegría que había en sus corazones. Y así, el quilombo siguió siendo un hogar de risas, diversidad y amor.

FIN.

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