Sócrates, el pulpo sabio del océano



Había una vez en las profundidades del océano un pulpo muy especial llamado Sócrates. No solo tenía ocho brazos, sino también una curiosidad insaciable. A Sócrates le encantaba hacer preguntas a los animales del mar. Nadaba ágilmente entre los coloridos corales y se acercaba a sus amigos, quienes se contaban historias aburridas y repetitivas.

Un buen día, Sócrates se encontró con una tortuga llamada Tula.

"¿Por qué nadas tan despacio, Tula?" - le preguntó el pulpo.

"Porque soy una tortuga y eso es lo que hago" - respondió Tula, un poco confundida.

"¿Pero no hay algo más que te gustaría hacer?" - continuó Sócrates.

Tula quedó pensativa. No había considerado que había más opciones en el océano que simplemente avanzar lentamente.

Sócrates decidió reunirse con otros amigos en el Gran Coral, donde vivía el Gran Tiburón Juez. Todos los animales llegaron para escuchar y compartir sus ideas.

"¿Por qué creen que es importante hacerse preguntas?" - preguntó Sócrates con su voz suave.

"Porque nos ayuda a cansarnos menos..." - respondió una anguila, todavía más confundida.

"No, no es eso. Hacerse preguntas nos ayuda a crecer por dentro, a entender mejor quiénes somos" - aclaró Sócrates.

El Gran Tiburón Juez escuchó atentamente y, al final, manifestó.

"Sócrates, tu sabiduría es valiosa, pero hay quienes aún no comprenden" - dijo con voz profunda.

Sócrates sonrió y propuso un concurso de preguntas y respuestas. "Vamos a ver quién puede hacer las preguntas más ingeniosas", sugirió. Todos se entusiasmaron y empezaron a preparar sus preguntas.

El día del concurso, la corriente del océano estaba llena de emoción. El pez payaso Pipo, la estrella de mar Estrella y el pez globo Globo participaron. Todos comenzaron a hacer preguntas y algunas eran divertidas, algunas difíciles, y otras simplemente locas.

"¿Por qué los humanos caminan sobre la tierra y no nadan con nosotros?" - preguntó Pipo.

"¿Cuántas burbujas forma un delfín al saltar?" - se preguntó Globo.

Pero al final, fue Sócrates quien hizo la pregunta más profunda.

"¿Cuál es el significado de ser amigos en este inmenso océano?"

Todos los animales se quedaron en silencio, pensando. Fue entonces cuando Estrella, con su luz radiante, dijo:

"Ser amigos significa apoyarnos y aprender unos de otros. Cada uno tiene algo único que aportar".

Así, comprendieron que las preguntas no solo eran herramientas, sino puentes que los unían, llevándolos a un nuevo entendimiento.

Sócrates siguió compartiendo su sabiduría y los animales se volvieron cada vez más curiosos, haciendo preguntas sobre todo lo que los rodeaba. El Gran Tiburón Juez sonrió al ver cómo todos crecían por dentro.

"Sócrates, gracias por enseñarnos a pensar" - exclamó el tiburón.

Y así, con cada pregunta, Sócrates continuó iluminando el océano, donde todos aprendieron que siempre hay más por descubrir si solo se atreven a preguntar.

FIN.

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