Sofi y los pajaritos perdidos


En un pequeño pueblo vivía Sofi, una gatita traviesa y muy curiosa. Desde que era una gatita bebé, le encantaba jugar con su pelotita de colores y comer todo lo que encontraba a su paso.

Sofi pasaba sus días explorando el vecindario en busca de aventuras emocionantes. Un día, mientras jugaba con su pelotita, la lanzó tan fuerte que terminó rodando hasta el jardín de la casa del vecino.

Curiosa como siempre, Sofi decidió entrar al jardín para recuperar su amada pelotita. Pero cuando estaba a punto de alcanzarla, escuchó unos ruidos extraños provenientes del otro lado del jardín. Intrigada, Sofi se acercó sigilosamente y descubrió que eran unos pajaritos recién nacidos.

Estaban solos y asustados porque su mamá había desaparecido. Sofi sintió mucha empatía por los pajaritos y decidió cuidar de ellos hasta encontrar a su mamá. Durante varios días, Sofi se mantuvo cerca de los pajaritos, protegiéndolos y trayéndoles comida.

Pero esto no fue tarea fácil para Sofi. A veces tenía hambre y quería comerse las presas que cazaba para los pajaritos. Sin embargo, recordaba lo importante que era ayudar a aquellos seres indefensos y resistía la tentación.

Un día soleado, después de buscar incansablemente a la mamá pájaro sin éxito alguno, apareció un señor mayor en el jardín junto con una caja en las manos. - Hola pequeña gatita, veo que has estado cuidando de estos pajaritos.

¿Te gustaría ayudarme a encontrar a su mamá? - preguntó el señor con una sonrisa amable. Sofi maulló emocionada y asintió con la cabeza.

Juntos, el señor y Sofi buscaron por todos los rincones del vecindario en busca de la mamá pájaro. Preguntaron a todos los vecinos y recorrieron cada árbol y arbusto. Finalmente, después de un largo día de búsqueda, encontraron a la mamá pájaro en un árbol cercano al jardín donde vivían los pajaritos.

La mamá pájaro estaba desesperada buscando a sus crías y no podía contener su alegría al verlos sanos y salvos junto a Sofi.

Agradecida, le dio un abrazo con sus alas y le dijo:- Gracias, Sofi, por cuidar de mis pequeños mientras yo estaba perdida. Eres una gatita muy especial. Sofi se sintió feliz y orgullosa por haber ayudado a reunir a esta hermosa familia nuevamente.

Aprendió que aunque ella fuera traviesa e impulsiva, también tenía un gran corazón capaz de hacer cosas maravillosas. Desde aquel día en adelante, Sofi siguió jugando con su pelotita y comiendo todo lo que encontraba, pero también se convirtió en una defensora de los más débiles.

Siempre estuvo dispuesta a tenderles una pata amiga cuando lo necesitaran. Y así es como nuestra querida gatita traviesa aprendió que ser valiente no solo significa enfrentarse a situaciones difíciles, sino también ayudar a los demás y hacer el bien.

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