Sofía y el Agua Mágica


En una soleada mañana en la Plaza de los Conejos, todos los animales se preparaban para celebrar el cumpleaños de Don Pepito, el conejo más anciano y sabio del lugar.

Entre risas y preparativos, Sofia, una conejita muy curiosa y traviesa, se acercaba a la fuente para beber un poco de agua fresca. De repente, un destello mágico iluminó la plaza y un hada madrina apareció frente a Sofia.

- ¡Hola, querida Sofia! Soy tu hada madrina y vengo a concederte un deseo especial por ser tan valiente y bondadosa -dijo el hada con una sonrisa brillante. Sofia no podía creer lo que veía.

¿Un deseo? ¡Qué emoción! - ¿De verdad puedo pedir lo que quiera? -preguntó Sofia con ojos brillantes de ilusión. - Por supuesto, cariño. Pero recuerda que los deseos deben ser puros y benevolentes -respondió el hada con dulzura.

Sofia pensó por un momento y luego dijo con determinación:- Deseo poder beber agua mágica para ayudar a todos mis amigos en la plaza cuando lo necesiten. El hada sonrió complacida ante la nobleza del deseo de Sofia y agitó su varita mágica sobre la fuente.

De repente, el agua comenzó a brillar con destellos dorados y emitía un suave resplandor. - Ahora cada vez que bebas esta agua mágica podrás sanar heridas, calmar tristezas y alegrar corazones en la plaza -explicó el hada mientras veía a Sofia emocionada.

Sofia probó un sorbo del agua mágica y sintió una energía cálida recorrer todo su cuerpecito. Estaba lista para usar su nuevo don para ayudar a sus amigos. Esa misma tarde, mientras jugaban al escondite, Timoteo el erizo tropezó y se lastimó una patita.

Todos estaban preocupados hasta que recordaron el don especial de Sofia. Rápidamente le pidieron ayuda y ella corrió hacia la fuente.

Con cuidado mojó su patita herida con el agua mágica y en cuestión de segundos Timoteo estaba saltando felizmente de nuevo. Todos los animales aplaudieron emocionados ante semejante milagro e incluso Don Pepito felicitó a Sofia por su valentía e ingenio.

Desde ese día en adelante, Sofia se convirtió en la heroína de la Plaza de los Conejos gracias a su generosidad y al increíble regalo que le había otorgado su hada madrina. Y aunque era solo una pequeña conejita, demostraba que cualquier corazón bondadoso podía hacer grandes cosas si se lo proponía.

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