Sofía y el Alfajor Mágico



Era un hermoso día de verano en la Plaza de la Amistad. Sofía, una niña curiosa y divertida, había recibido un alfajor delicioso de su abuela. Con su envoltorio brillante y el aroma dulce que se escapaba, no podía esperar más para darle un mordisco.

Mientras se sentaba en un banco de la plaza, se encontró con su amigo Lucas que venía correteando.

"¡Hola, Sofía! ¿Qué estás comiendo?" - preguntó Lucas, intrigado por el olor.

"¡Un alfajor que me dio mi abuela! ¿Querés probarlo?" - respondió Sofía, mientras sacaba el alfajor de su envoltorio.

"¡Sí, por favor!" - dijo Lucas con los ojos brillantes.

"Calma, primero te voy a contar un secreto. Este alfajor es especial. Dicen que trae buena suerte. ¡Espero que funcione!" - Sofía sonrió.

Antes de que pudieran saborearlo, de repente, una bandada de pájaros comenzó a volar sobre ellos, haciendo un ruido estruendoso.

"¡Mirá, Sofía! ¡Pájaros mágicos!" - exclamó Lucas.

"Ojalá me traigan un deseo. ¡Vamos a pedir uno!" - dijo Sofía emocionada.

Mientras observaban a los pájaros, Sofía tuvo una idea. "Voy a pedir un deseo justo cuando muerda el alfajor", pensó. Decidida, se acercó al dulce.

"Lucas, contá hasta tres y cuando diga 'tres', muerdo. Así pido el deseo."

"¡Está bien! Uno... dos... tres..."

Justo cuando Sofía mordió el alfajor, una ráfaga de viento sopló y un suave brillo rodeó a ambos amigos. Sofía sintió que ocurría algo mágico.

"¿Ves eso?" - preguntó Lucas.

"Sí, ¡es muy raro!" - respondió Sofía.

Las luces comenzaron a girar a su alrededor y, de repente, se encontraron en un mundo diferente, lleno de colores y criaturas divertidas. Había árboles que hablaban, flores que reían y hasta animales que bailaban.

"Bienvenidos al País de la Dulzura. Yo soy Nube, el guardián de este lugar" - se presentó un pequeño ser hecho de algodón de azúcar.

"¡Hola, Nube!" - saludaron Sofía y Lucas al unísono.

"Veo que han comido un alfajor mágico. Cada vez que alguien prueba uno, puede pedirme un deseo. Pero, recuerden, hay que pensar bien en lo que desean" - explicó Nube.

"¡Increíble!" - exclamó Sofía.

"Quiero deseos infinitos para siempre" - dijo Lucas emocionado.

Nube sonrió y movió su varita, haciendo que destellos brillantes aparecieran alrededor de él.

"Recuerden que los deseos deben ser útiles, no sólo deseos para sí mismos. Si quieren que haya más felicidad en el mundo, ese sería un gran deseo" - dijo Nube con un guiño.

Sofía se puso a pensar.

"Entonces, quiero que todos los niños del mundo puedan disfrutar de un alfajor y tengan acceso a alegría y dulzura cada día" - declaró con determinación.

"¡Qué buen deseo!" - dijo Nube.

"Yo quiero eso también" - agregó Lucas.

Con una sonrisa y un gesto de su varita, Nube hizo que un estruendo de colores iluminara el lugar.

"Su deseo está concedido. El universo se llenará de alegría" - confirmó el guardián.

De golpe, el viento suave sopló de nuevo y antes de que se dieran cuenta, estaban de vuelta en la plaza, con el alfajor medio mordido en las manos.

"¿Qué just pasó?" - preguntó Lucas.

"No lo sé, pero creo que fue algo espectacular" - respondió Sofía.

"Sí, ¡y algo mágico! Tal vez deberíamos hacer una fiesta hoy en la plaza y compartir alfajores con todos nuestros amigos!" - propuso Lucas.

"¡Sí! ¡Esa es una gran idea!" - exclamó Sofía.

Y así, lo hicieron. Llamaron a los demás chicos del barrio, llevaron alfajores, risas y alegría a la Plaza de la Amistad. Mientras compartían, sintieron que, de alguna manera, el deseo que habían hecho se estaba cumpliendo.

Desde ese día, Sofía y Lucas aprendieron que los mejores deseos son aquellos que se comparten y que hay magia en lo simple: una tarde en la plaza, rompiendo un alfajor con amigos.

Y cada vez que veían una bandada de pájaros, sonreían, recordando que, a veces, los sueños pueden hacerse realidad si uno sigue el camino de la amistad y la generosidad.

FIN.

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