Sofía y el Almuerzo Sorpresa



Era un martes soleado en la ciudad, y Sofía, una niña de diez años, se despertó llena de energía. Hoy era un día especial: su clase de artes iba a realizar un proyecto en equipo. Sofía siempre había disfrutado de las bellas artes, pero hoy sentía algo distinto en su interior, una mezcla de emociones que nunca antes había experimentado.

Cuando llegó a la escuela, sus amigos ya estaban en el patio, riendo y jugando. Sofía se acercó, pero en lugar de unirse al juego, se quedó observando.

- ¿Sofía, no vas a jugar? - le preguntó Lucas, su mejor amigo.

- Es que… me siento un poco rara hoy - respondió Sofía, encogiéndose de hombros.

Luego, su profesora de artes, la Señorita Laura, comenzó a explicarles el proyecto. Sofía escuchó atentamente, pero había algo en el ambiente que la hacía sentir nerviosa. Cada vez que alguien le hablaba, sentía mariposas en su estómago.

- Sofía, ¿puedes mostrarle tu idea al grupo? - le pidió la Señorita Laura, señalando un dibujo que había hecho.

- No... no sé si puedo, ¿y si no les gusta? - contestó Sofía, sintiendo que su corazón latía rápido.

La profesora, con una sonrisa, dijo:

- Siempre es valiente mostrar lo que uno ha hecho. Recuerda que en el arte, ¡cada opinión es valiosa!

Sofía respiró hondo y, con un poco de miedo, se acercó a sus compañeros. Cuando mostró su dibujo, sintió una mezcla de alegría y miedo, como si su corazón estuviera en una montaña rusa.

- ¡Qué lindo, Sofía! - exclamó Martina, una compañera del grupo. - Me encanta tu idea.

- Sí, es genial. Podríamos usar colores brillantes como en tu dibujo - agregó Lucas.

Esa pequeña aprobación la hizo sentir ligera y feliz. Mientras trabajaban juntos, Sofía se dio cuenta de que podía expresar sus emociones, y poco a poco, se sintió más cómoda. Sin embargo, el día no terminó ahí.

Cuando la campana sonó, anunciando el fin de la clase, Sofía salió de la escuela con una sensación de satisfacción. Había sido un día desafiante, pero gratificante. Al llegar a casa, un delicioso olor a comida la recibió.

- Mamá, ¿qué huele tan rico? - preguntó Sofía con curiosidad.

- ¡Sorpresa! Te preparé tu almuerzo favorito: empanadas de jamón y queso, y de postre, flan con dulce de leche - dijo su mamá, con una sonrisa radiante.

Sofía sintió que su corazón se llenaba de alegría. ¡Qué bonito era volver a casa y encontrar amor en cada bocado! Se sentaron a la mesa en familia.

- Hoy sentí cosas muy extrañas en la escuela - comenzó Sofía. - Me sentí feliz, nerviosa y alegre al mismo tiempo. Pero creo que me gustó haber compartido mis ideas.

- Eso es genial, Sofía. A veces, nuestras emociones pueden ser confusas, pero lo importante es que encuentres en ellas fuerzas para expresarte - le dijo su papá.

- Y nosotros siempre estaremos aquí para apoyarte, ¿verdad? - agregó su mamá.

- ¡Claro que sí! - respondieron los tres al unísono, y rieron juntos.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Sofía pensó en cómo había enfrentado su miedo y compartido su arte con sus amigos. Se dio cuenta de que, aunque las emociones pueden parecer complicadas a veces, también son parte de lo que la hace única.

Así, al cerrar los ojos, Sofía soñó con colores, risas y nuevos proyectos, lista para enfrentar mañana con todo su corazón.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!