Sofía y el camino hacia el perdón
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, una niña llamada Sofía. Sofía era una niña alegre y curiosa, pero algo triste porque le faltaban dos dientes de leche.
A pesar de eso, siempre sonreía con ganas de comerse el mundo. Un día, después de la escuela, Sofía regresó a casa de sus abuelos donde vivía desde que su mamá había tenido que salir del país por motivos laborales. Pero esa tarde todo cambió.
Al llegar a casa, encontró a su mamá muy alterada y sin razón aparente le pegó un fuerte cachetazo a Sofía. Sofía, asustada y sin entender qué pasaba, corrió llorando al jardín en busca de consuelo.
Sus abuelos la encontraron allí y al enterarse de lo sucedido decidieron hablar seriamente con su hija. Sin embargo, para sorpresa de todos, cuando fueron a buscarla ya no estaba. "¿Dónde estará Sofía?", se preguntaban los abuelos preocupados.
Sofía había decidido escapar en busca de respuestas y se adentró en el bosque cercano guiada por la luz del atardecer. Mientras caminaba entre los árboles sintió miedo pero también determinación.
Sabía que debía encontrar fuerzas dentro de sí misma para superar esta situación tan difícil. De repente, escuchó un ruido extraño y vio a lo lejos una figura familiar: ¡era su mamá! Pero algo no estaba bien; parecía confundida y perdida en el bosque.
"¡Mamá! , ¿qué haces aquí?", preguntó Sofía con valentía. La mamá miró a su hija con lágrimas en los ojos y le contó que se sentía culpable por haber actuado mal y haber lastimado a Sofía.
Hablaron largo rato sobre lo ocurrido hasta que finalmente se abrazaron con ternura. Juntas emprendieron el camino de regreso hacia casa mientras el sol se ocultaba en el horizonte.
En ese momento entendieron que las familias pueden tener problemas pero siempre hay espacio para el perdón y la reconciliación. Al llegar a casa, los abuelos recibieron emocionados a madre e hija sabiendo que juntas podrían superar cualquier obstáculo que se les presentara en la vida.
Desde ese día, Sofía supo que era más fuerte de lo que pensaba y aprendió la importancia del amor incondicional dentro de una familia. Y aunque seguían faltándole dos dientes, ahora lucían como pequeñas estrellas cada vez que sonreía recordando esta gran aventura llena de enseñanzas y crecimiento personal.
FIN.