Sofía y el cruce seguro



Había una vez en un barrio tranquilo de Buenos Aires, una niña llamada Sofía. Sofía era muy curiosa y siempre estaba explorando su vecindario.

Un día, mientras jugaba en su patio, vio a lo lejos su heladería favorita y recordó que tenía un cupón para un helado gratis. Sin pensarlo dos veces, decidió cruzar la calle para ir a disfrutar de su premio.

Al acercarse a la esquina, Sofía recordó las enseñanzas de sus padres sobre cómo cruzar la calle de manera segura. Miró hacia ambos lados y esperó a que los autos pasaran antes de comenzar a caminar.

Pero justo cuando iba por la mitad del camino, escuchó el sonido de neumáticos chirriando y vio un auto acercándose rápidamente hacia ella. "¡Sofía, cuidado!", gritó una señora desde la vereda opuesta. Sofía se detuvo en seco y sintió cómo el corazón le latía con fuerza.

Sin perder la calma, recordó lo que le habían enseñado en la escuela sobre qué hacer en caso de peligro en la calle. Respiró profundo y dio un paso hacia atrás justo a tiempo para evitar ser alcanzada por el auto que pasó zumbando a toda velocidad.

La señora corrió hacia Sofía y la abrazó con alivio. "¡Gracias a Dios estás bien! ¡Eso estuvo demasiado cerca!", exclamó la señora.

Sofía asintió con lágrimas en los ojos, aún temblando por el susto pero aliviada de estar a salvo. La señora acompañó a Sofía hasta la heladería y juntas disfrutaron de unos ricos helados mientras charlaban sobre lo importante que es seguir las reglas de seguridad vial.

La niña aprendió una gran lección ese día: nunca hay que cruzar la calle sin mirar ambas direcciones y asegurarse de que no haya peligro cerca. Desde entonces, cada vez que Sofía cruzaba una calle, lo hacía con mucho cuidado y precaución.

Y aunque aquel incidente fue espantoso, le sirvió para recordar lo valioso que es estar atento cuando se está fuera de casa. Y así, entre sabores dulces de helado y conversaciones amenas, Sofía siguió creciendo feliz y segura en su querido barrio porteño.

FIN.

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