Sofía y el dragón de cristal



Había una vez en un pequeño pueblo de la Patagonia, una niña llamada Sofía.

Lo especial de Sofía no era su cabello rubio como el sol ni sus ojos azules como el mar, sino que su corazón era de cristal. Sí, así como lo lees, su corazón brillaba con destellos de colores y se podía ver a través de él. Sofía vivía feliz con sus padres en una casa acogedora cerca del bosque.

A pesar de ser diferente al resto de los niños, nunca se sintió sola gracias a su gran corazón lleno de amor y bondad. Sin embargo, había algo que preocupaba a Sofía: su fragilidad.

Un día, mientras jugaba en el jardín, escuchó unos llantos provenientes del bosque. Sin dudarlo un segundo, corrió hacia allí y descubrió a un pajarito herido. Con cuidado lo tomó entre sus manos y lo llevó a casa para curarlo.

"Tranquilo pequeño pajarito, estarás bien", susurró Sofía mientras acariciaba con ternura las plumas del ave. Dedicó días enteros a cuidar al pajarito hasta que finalmente volvió a volar libre por el cielo.

Este acto generoso hizo que su corazón brillara aún más fuerte y despertó la curiosidad de todos en el pueblo. Un día llegaron noticias sobre un dragón que asustaba a los habitantes del pueblo vecino. Todos estaban asustados y nadie se atrevía a enfrentarlo.

Sofía sabía lo que debía hacer: usar la fuerza de su corazón para ayudar a los demás. "Irás sola contra ese monstruo? Es muy peligroso", decían preocupados sus padres. Pero Sofía tenía claro que si actuaba desde el amor y la valentía, todo saldría bien.

Así que partió hacia el pueblo vecino decidida a enfrentarse al temible dragón. Al llegar allí, vio al dragón rugiendo con furia y lanzando llamas por la boca.

Sin titubear ni un segundo, se acercó lentamente mostrándole su corazón brillante y le dijo:"No tengo miedo de ti porque sé que detrás de esa fachada hay alguien necesitado de amor.

"El dragón quedó sorprendido por las palabras de la valiente niña y poco a poco fue bajando la guardia hasta revelar su verdadera naturaleza: solo quería compañía ya que estaba solo desde hacía mucho tiempo. Sofia pasó días conversando con el dragón, compartiendo risas y aventuras juntos.

Pronto se convirtieron en amigos inseparables y el pueblo vecino dejó atrás el miedo para dar paso a la amistad y colaboración entre todos sus habitantes. Desde ese día en adelante, Sofiá entendió que la verdadera fortaleza reside en mostrar amor incondicional hacia los demás sin importar las apariencias o diferencias.

Su corazón seguía siendo frágil como el cristal pero ahora sabia cómo utilizarlo para iluminar vidas y transformar realidades.

FIN.

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