Sofía y el Gran Concurso de Inventos
Había una vez en un colorido vecindario, una nena muy divertida llamada Sofía. Sofía tenía una imaginación desbordante y le encantaba inventar cosas. Cada día después de la escuela, se reunía con sus amigos Tomás y Ana en el parque, donde pasaban horas creando curiosos artefactos. Pero un día, Sofía escuchó a unos vecinos hablar sobre el Gran Concurso de Inventos que se iba a llevar a cabo en su ciudad.
"- ¡Chicos! ¡Tenemos que participar en el concurso!" exclamó Sofía, emocionada.
"- ¿Pero qué vamos a inventar?" preguntó Tomás, un poco dudoso.
"- No sé, ¡pero se me ocurrirá algo genial!" dijo Sofía, llena de energía.
Ana se entusiasmó y añadió: "- ¡Podríamos hacer un robot que limpie el parque! Así ayudaríamos al vecindario y también sería un invento útil."
Sofía se puso a pensar. "- ¡Eso sería increíble! Pero, ¿cómo lo hacemos? No tenemos muchas herramientas."
"- Podríamos juntar cosas que ya no usamos en casa. Yo tengo unas piezas de un viejo juguete, y mi papá tiene algunas herramientas. ¡Podemos buscar en la casa de cada uno!" sugirió Tomás.
Y así, los tres amigos empezaron a recolectar materiales. Armaron una especie de mapa imaginario donde cada uno marcaría lo que podía buscar. Durante los días siguientes, pasaron horas en el taller improvisado que crearon en el garaje de Sofía. Había tornillos, tuercas, cajas de cartón y muchas luces brillantes.
Finalmente, una mañana, Sofía presentó el resultado de su trabajo.
"- ¡Tarán! ¡Aquí está el robot limpiador!" dijo con orgullo, señalando un artefacto un poco desprolijo, pero que tenía un corazón de luces que parpadeaban.
"- Me gusta. Pero, ¿y si no funciona?" preguntó Ana, un poco insegura.
"- No se preocupen. Si algo no funciona, lo arreglaremos. Recuerden que inventar es probar y aprender," dijo Sofía, siempre optimista.
El día del concurso llegó y los nervios estaban a flor de piel. Había muchos participantes y cada invento era más impresionante que el anterior. Algunos hacían música, otros servían comida y había hasta uno que hacía malabares.
Cuando fue su turno, Sofía se subió al escenario y dijo: "- ¡Hola a todos! Somos Sofía, Tomás y Ana, y hoy les presentamos nuestro robot limpiador."
Con un pequeño apretón de manos de Sofía, el robot parpadeó y comenzó a moverse. Pero de repente, se detuvo. Todos los espectadores quedaron en silencio, mientras la tensión se sentía en el aire.
"- ¡No es el final!" gritó Sofía. A pesar de su nerviosismo, recordó lo que siempre decían: "Si algo no sale bien, hay que buscar una solución."
Se acercó al robot, hizo unos ajustes y al segundo intento, ¡comenzó a recoger la basura del escenario! La gente aplaudía y Sofía sonreía. Allí estaba, justo donde quería estar, haciendo lo que más le gustaba: ¡Inventar!
Al final del concurso, aunque no ganaron el primer premio, sí ganaron el aplauso y la admiración de los presentes.
"- Lo hicieron increíble, chicos. Pero más que los premios, lo importante fue trabajar en equipo y disfrutar del proceso," dijo un jurado con una gran sonrisa.
Desde aquel día, Sofía y sus amigos se dieron cuenta de que inventar no solo era crear algo nuevo, sino también aprender a no rendirse y disfrutar cada momento juntos. Y así, continuaron inventando cosas ridículas y divertidas, sabiendo que la verdadera magia estaba en su amistad y en la alegría de crear.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.