Sofía y el Mar de los Sueños
Había una vez en un pequeño pueblo costero, una niña llamada Sofía. Sofía tenía cuatro hermanos: Tomás, Valeria, Lucas y Ana. Mientras ellos corrían y jugaban, Sofía solía apartarse, buscando un rincón tranquilo donde pudiera escuchar el sonido de las olas. Ella tenía un amor profundo por el mar.
Una tarde soleada, mientras sus hermanos construían castillos de arena, Sofía se sentó en una roca cerca del agua. Sus ojos brillaban mientras contemplaba el horizonte. De repente, una voz suave interrumpió su reflexión.
"¿Por qué no juegas con ellos, Sofía?" - preguntó una pequeña gaviota que se posó a su lado.
"No lo sé, me gusta más estar aquí. El mar tiene muchas historias que contar" - respondió Sofía, sonriendo tímidamente.
Tomás, que había estado observando desde lejos, se acercó a su hermana.
"Sofía, por favor, ven a jugar con nosotros. Hicimos un castillo impresionante, ¡es un castillo de piratas!" - exclamó entusiasmado. Sofía sintió una punzada en su corazón. Ella amaba a sus hermanos, pero el mar parecía llamarla constantemente.
Un día, mientras Sofía pescaba caracolas y contemplaba los peces nadar, una corriente más fuerte de lo normal sorprendió a sus hermanos en el agua. Ellos estaban jugando un poco más lejos de la orilla.
"¿Sofía, ayuda!" - gritó Ana, mientras el oleaje los empujaba.
Sin pensarlo, Sofía corrió hacia el mar, su amor por ellos superó su habitual melancolía.
"¡Agárrense de mis brazos!" - les gritó mientras nadaba hacia ellos.
Sofía logró sostener a Ana y Valeria, mientras Tomás y Lucas se aferraron a la roca más cercana. Con mucho esfuerzo y concentración, logró guiarlos de vuelta a la playa.
Una vez a salvo, sus hermanos la abrazaron con fuerza.
"¡Sofía, eres nuestra heroína!" - dijo Lucas, visiblemente emocionado.
"Gracias por rescatarnos" - añadió Valeria con lágrimas en los ojos.
"Yo solo... solo los quise ayudar" - contestó Sofía, sintiéndose un poco avergonzada pero feliz al mismo tiempo.
A partir de ese día, sus hermanos comenzaron a comprender que a Sofía le gustaba el mar de una manera especial. No solo disfrutaba de la tranquilidad que el mar le brindaba, sino que también podía encontrarla cuando más los necesitaban.
Con cada atardecer, después de jugar juntos, Sofía se sentaba a escuchar las olas, y esta vez, siempre había un hermano o hermana a su lado.
"Contame qué escuchas, Sofía" - decía Tomás mientras se sentaba a su lado.
"El mar me cuenta sobre aventuras y tesoros escondidos, sobre sirenas y barcos..." - comenzó Sofía, iluminándose.
Así, los hermanos comenzaron a unirse cuando ella se sentaba a escuchar. Rápidamente, todos se turnaron para contar historias sobre sus días.
"Hoy vi un pez increíble, ¡era de colores brillantes!" - dijo Lucas.
Sofía sonrió, y juntos continuaron compartiendo sus aventuras.
Sofía aprendió que, aunque tenía un amor especial por el mar, también podía encajar con sus hermanos. Juntos descubrirían un mundo lleno de emociones, risas y cariños. A veces, no hacía falta estar completamente cerca de ellos; a veces, lo ideal era encontrar un equilibrio.
Y mientras escuchaban el murmullo del mar, Sofía supo que el lugar donde podía ser feliz también incluía a su familia. Así, cada vez que el mar susurraba historias, ya no estaba sola.
FIN.