Sofía y el misterio de los huesos en Villa Lluviosa
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Lluviosa, donde vivía una niña llamada Sofía y su abuela, Doña Amelia. Doña Amelia era una mujer muy especial, a la que no le gustaba la lluvia.
Siempre que veía el cielo oscurecerse y las nubes amenazar con descargar su agua, salía al patio de su casa y se quedaba mirando fijamente hacia una parte donde sobresalían unos huesos.
Sofía siempre había escuchado a su abuela contar la misma historia una y otra vez: que cuando ella tenía 12 años, un buho se llevó a su padre. Sofía nunca había conocido a su bisabuelo, pero la historia de cómo desapareció siempre le intrigaba.
Un día, mientras jugaba en el patio trasero de la casa, Sofía vio a su abuela salir como de costumbre cuando el cielo comenzaba a ponerse gris.
Se acercó curiosa y le preguntó:-Abuela, ¿por qué siempre miras hacia esos huesos cuando va a llover? Doña Amelia suspiró y le respondió:-Porque esos huesos son todo lo que quedó de mi padre. Hace muchos años, cuando yo era solo una niña, un buho gigante se lo llevó volando en plena noche.
Sofía se quedó sorprendida por la historia y decidió investigar más sobre aquel misterioso incidente. Habló con los vecinos del pueblo y descubrió que efectivamente habían visto un buho enorme rondando por aquella zona en aquella época.
Decidida a resolver el misterio y ayudar a su abuela a superar aquel trauma del pasado, Sofía pasó días enteros observando los movimientos del buho en el bosque cercano.
Finalmente, una noche oscura y tormentosa logró ver al imponente animal posarse justo sobre los restos óseos en el patio trasero. Sin dudarlo ni un segundo, corrió hacia allí gritando:-¡Déjanos en paz! ¡Devuélvenos lo que es nuestro! El buho levantó vuelo sorprendido ante las palabras valientes de Sofía.
En ese momento algo increíble ocurrió: desde las sombras emergió la figura de un hombre anciano con ojos brillantes llenos de lágrimas. -Soy tu bisabuelo -dijo con voz temblorosa-. El buho me secuestró hace tantos años...
Sofía corrió hacia él y lo abrazó con fuerza mientras Doña Amelia lloraba emocionada al reencontrarse con su padre después de tanto tiempo. Desde aquel día, la lluvia ya no era motivo de tristeza para Doña Amelia.
Los huesos finalmente pudieron descansar en paz junto al espíritu liberado del bisabuelo gracias al valor y determinación de Sofía. Y así aprendieron juntas que enfrentar nuestros miedos puede traer luz incluso en los días más oscuros.
FIN.