Sofía y el misterio del médico amigo



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía Sofía, una nena de siete años con una gran curiosidad por el mundo. Sin embargo, había algo que le causaba un profundo miedo: ¡los médicos! En su mente, la palabra 'médico' estaba conectada a agujas, jeringas y un dolor que prefería evitar.

Un día, mientras leía un cuento sobre aventuras, Sofía escuchó a su mamá decir:

"Sofía, tenemos que ir al médico esta semana."

Sofía se puso pálida, como si hubiera visto un fantasma.

"¿Pero para qué? No me siento mal, mamá. ¡No quiero, por favor!"

Su madre, siendo muy comprensiva, se agachó a su altura y le dijo:

"Sé que te da miedo, pero los médicos son nuestros amigos. Nos ayudan a estar sanos. ¿Te gustaría que te contara una historia sobre un médico que le tiene miedo a las agujas?"

Sofía, intrigada, asintió con la cabeza. Su madre comenzó:

"Había una vez un médico llamado Doctor Pedro, que en su infancia, también le tenía miedo a las agujas. Un día, decidió que quería ayudar a los demás y estudió mucho para ser médico. Cuando tuvo que usar una jeringa por primera vez, ¡tembló de miedo! Pero entonces se acordó de su sueño y respiró profundo. Al final, se dio cuenta de que lo que realmente quería era ayudar a la gente."

Sofía sonrió un poco. La idea de un médico con miedo le parecía extraña pero también interesante.

"¿Y él fue valiente?" preguntó.

"Sí, mi amor. A veces ser valiente es hacer algo que no nos gusta, pero que al final es bueno para nosotros y para los demás."

Sofía pensó en esto mientras su madre seguía hablando y decidió que podría intentar no tener tanto miedo. Esa noche, soñó con el Doctor Pedro y sus aventuras ayudando a niños y adultos.

Llegó el día de la cita con el médico. Ella, con un poco de temor, se vistió y decidió llevar su muñeca, Clara, para que la acompañara.

Cuando entraron al consultorio, Sofía miró alrededor. La habitación estaba llena de colores, juguetes y carteles divertidos. En la pared, había un dibujo de un León muy simpático que decía: "¡Los médicos son amigos!".

De repente, apareció el Doctor Pascual, un médico de gran sonrisa y ojos alegres.

"¡Hola, Sofía! ¿Y quién es tu amiga?" dijo mientras adivinaba quién era Clara.

"Es mi muñeca, se llama Clara. Ella también tiene miedo, pero vino a ayudarme.", contestó Sofía, sintiéndose un poco más segura.

"¡Qué bien! A veces, cuando tenemos miedo, un amigo es justo lo que necesitamos. Pero, ¿sabías que yo también tenía miedo de pequeño?"

Sofía se sorprendió.

"¿De verdad?"

"Sí, cuando era niño, me asustaban las agujas. Pero luego descubrí que los médicos pueden hacer cosas maravillosas. ¿Quieres ver algo divertido?"

Con esa pregunta, el Doctor Pascual sacó un estetoscopio y lo colocó sobre el pecho de Sofía.

"Escuchá, podés oír cómo late tu corazón. ¡Es como un tambor!"

Sofía, intrigada, se puso a escuchar y olvidó su miedo. El médico continuó:

"Sofía, los médicos somos un poco como héroes que ayudan a las personas a sentirse mejor. Pero, a veces, también necesitamos un poco de valentía."

De repente, un perro enorme entró al consultorio. Pero este no era un perro cualquiera; era un perro gigante que parecía un peluche.

"¡Hola! Soy Max, el perro de la clínica. ¡Vengo a ayudar!" dijo el perro con una voz amistosa.

Sofía se echó a reír mientras Max movía su cola, haciendo que un niño que estaba en el consultorio rompiera a reír.

"¿Qué tal si jugamos a que somos médicos?" propuso Max.

Esto hizo que Sofía olvidara por completo su miedo. Jugaron a curar a peluches y a tratar heridas imaginarias.

Después de un rato, el Doctor Pascual le pidió a Sofía que saltara a la camilla:

"Ahora es momento de hacerte un chequeo rápido, ¿te parece?"

Sofía, con un gran suspiro, aceptó. Con la ayuda del doctor y Max, se sintió tan segura que cuando llegó el momento de que el médico la revisara, sonrió con valentía.

"No fue tan malo después de todo, Doctor!" dijo Sofía con una amplia sonrisa.

"¡Ves! Te dije que ser médico era divertido. Y recordar que somos amigos puede ayudar mucho."

Cuando la cita terminó, Sofía se despidió del Doctor Pascual y Max con un gran abrazo.

"Gracias por ayudarme a no tener miedo. ¡Me gustan los médicos!" exclamó.

Desde ese día, el miedo que Sofía tenía por los médicos se convirtió en curiosidad. Entendió que los médicos no eran monstruos, sino amigos que ayudaban a las personas y que a veces, la valentía se encuentra en ser capaz de enfrentar lo que nos da miedo.

Y así, Sofía continuó visitando al médico, esta vez con una gran sonrisa y la certeza de que había encontrado un nuevo amigo en el camino.

FIN.

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