Sofía y el Misterio del Recreo Perdido
Era un día soleado cuando Sofía, una niña de 10 años, regresó a la escuela después de meses sin clases por la pandemia. Sus papás estaban convencidos de que volver a la rutina le haría bien. La pequeña construyó castillos en su mente sobre lo emocionante que sería volver a ver a sus amigos y aprender cosas nuevas.
Cuando llegó a la escuela, su corazón latía fuerte. Entró al aula y se sentó en un lugar del fondo, sintiéndose un poco nerviosa. La maestra, la Sra. Laura, comenzó la clase con una gran sonrisa.
"Buenos días, clase. Hoy vamos a hablar sobre las maravillas del espacio", dijo la Sra. Laura mientras todos prestaban atención.
Sofía escuchaba atentamente, pero pronto comenzó a preguntarse cómo sería su primera recreo en tanto tiempo. Cuando llegó el momento que todos esperaban, la Sra. Laura dijo:
"¡Ahora es tiempo de recreo! Salgan y disfruten, pero cuídense unos a otros."
Todos los niños salieron disparados hacia el patio. Sofía se encontró con su amiga, Carla.
"¡Sofi! ¡Por fin estás aquí! Pensé que nunca volverías", exclamó Carla abrazándola con alegría.
"Yo también tenía ganas de ver a todos. ¿Qué vamos a hacer?", preguntó Sofía.
"¡Vamos a jugar a la escondida!", sugirió Carla.
El juego comenzó, pero durante la búsqueda, Sofía escuchó algo extraño: un susurro provenía de detrás de los árboles.
"¿Escuchaste eso?", preguntó Sofía a Carla, con una mezcla de emoción y curiosidad.
"No, ¿qué era?", respondió Carla.
Sofía decidió investigar. Mientras se acercaba a los árboles, se dio cuenta de que algunos compañeros de clase estaban reunidos. Al llegar, escuchó que hablaban sobre un misterio.
- “Dicen que hay un tesoro escondido en el colegio”, dijo un niño llamado Lucas.
- “¡Sí! Yo también escuché eso! Dicen que está debajo del viejo banco de madera”, agregó otro niño.
Sofía, curiosa, propuso:
"¿Qué tal si formamos un equipo y lo buscamos?"
Los otros niños aceptaron emocionados, y rápidamente se dividieron en grupos para investigar diferentes áreas del colegio. Mientras las risas y los gritos se mezclaban, el tiempo pasaba volando.
Después de varias pistas y un par de acertijos divertidos, llegaron a la conclusión de que el tesoro debía estar bajo el viejo banco. Todos juntos corrieron hacia allí. Al llegar, Sofía se agachó y empezó a remover un poco de tierra con las manos. De pronto, algo brilló.
"¡Miren!", gritó Sofía mientras descubría una pequeña caja hecha de metal. Con mucha emoción la abrieron, y dentro encontraron... no oro ni joyas, sino algo mucho más valioso: un libro de cuentos antiguos.
"¡Es un tesoro de historias!", dijo Lucas, emocionado.
"Podemos leerlo juntos en la clase. Así aprenderemos y nos divertiremos al mismo tiempo", sugirió Sofía.
Los niños asintieron con la cabeza, entendiendo que el verdadero oro no siempre era material, sino el conocimiento y la amistad.
Regresaron al salón de clases entusiasmados y la Sra. Laura, viendo su emoción, les preguntó:
"¿Qué encontraron en su búsqueda?"
"¡Un libro de cuentos!", gritaron todos a coro.
La maestra sonrió y les dijo:
"Me encanta ver que han aprendido sobre la importancia del trabajo en equipo y el valor de las historias. Ahora, ¡a leer!"
Así fue como Sofía, aquella niña que volvió a la escuela llena de dudas, terminó siendo la heroína del día. No solo había encontrado un tesoro, sino que también había aprendido algo invaluable: lo mejor de la educación está en compartir conocimientos y experiencias con amigos. Desde ese día, Sofía y sus amigos se reunieron todos los recreos a contar, inventar y disfrutar de su tesoro especial del colegio.
FIN.