Sofía y el Paiche Sabio
Era un hermoso día de verano, y Sofía, una niña de 4 años llena de curiosidad, estaba ansiosa por ir al río con sus papás. Al llegar, los rayos del sol danzaban en el agua, llenando el ambiente de brillos. Sofía no podía esperar para jugar y explorar.
- ¡Mirá, mamá! ¡El agua se ve tan linda! - exclamó Sofía, corriendo hacia la orilla.
- Sí, cariño, pero ten cuidado - respondió su mamá desde atrás.
Mientras Sofía jugaba con el agua, algo brillante apareció cerca de la superficie. Era un paiche, un pez enorme y hermoso con escamas que relucían como los rayos del sol. Sofía abrió los ojos como platos, maravillada.
- Hola, pequeña - dijo el paiche con una voz profunda. - Soy Pablo, el paiche.
Sofía no podía creer que un pez estuviera hablando con ella.
- ¡Hola! - dijo Sofía, emocionada. - ¿Por qué eres tan grande?
- Las aguas del río me han hecho crecer así, pero también me han enseñado muchas cosas. Por ejemplo, ¿sabías que el río, aunque es lindo, puede ser peligroso? - explicó Pablo.
Sofía frunció el ceño.
- ¿Peligroso? ¿Por qué?
- Sí, muchas veces el río tiene corrientes fuertes que pueden llevarse a los que no están atentos. Por eso, siempre debes escuchar a tus papás y seguir sus consejos. - dijo Pablo, moviendo su cola de un lado a otro.
Sofía miró a su alrededor; el agua brillaba y parecía jugar, pero algo en la voz de Pablo la hizo sentir huella.
- ¿Qué más debo saber? - preguntó intrigada.
- Además de los peligros del río, hay que cuidar la naturaleza. Siempre que termines de jugar, asegúrate de no dejar basura y respeta a todos los animales. Ellos tienen un papel importante aquí. - explicó Pablo mientras giraba suavemente en el agua.
Sofía asentía, escuchando atenta. De repente, un grupo de gaviotas voló bajo y arrojó papelitos de colores en el agua. Sofía, asustada, miró a Pablo.
- ¡Mira! ¡Esos papeles son basura! - dijo Sofía.
- Sí, y si todos tiran basura al río, se dañará. Recuerda, Sofía, tú también puedes ayudar. ¡Hoy podrías recoger esos papeles antes que lastimen a los peces como yo! - le propuso Pablo.
Sofía se sintió muy valiente.
- ¡Sí! ¡Voy a hacerlo! - afirmó con determinación, y corrió hacia la orilla donde estaban los papeles.
Al mismo tiempo, sus papás la miraban con orgullo.
- ¡Bravo, Sofía! ¡Es un gran trabajo! - la animó su papá mientras se unía a ella para ayudar.
Juntos comenzaron a recoger la basura que podría lastimar a los animales del río. Sofía, con una gran sonrisa, entendió que aunque el río era hermoso, debía cuidarlo.
Mientras trabajaban en equipo, Pablo nadaba alrededor y sonreía.
- ¡Excelente, Sofía! Eres una verdadera amiga del río.
Al finalizar, Sofía miró el agua limpia y brilló.
- ¡Mirá cómo brilla el río ahora! - dijo feliz.
- Así es, cuando cuidamos de nuestro entorno, todos ganamos. - sonrió Pablo.
- Gracias, Pablo, por enseñarme sobre el río. Prometo tener cuidado siempre y ayudar a la naturaleza. - dijo Sofía emocionada.
El paiche sonrió y nadó una vuelta más.
- Recuerda, Sofía, siempre que veas algo peligroso o algo que no es bueno para el río, ¡habla! Siempre es mejor prevenir. - añadió Pablo antes de despedirse.
- ¡Adiós, Pablo! - gritó Sofía mientras agitaba la mano.
Cuando regresaron a casa, Sofía le contó a sus papás todas las enseñanzas que le dio el paiche. Sus padres estaban orgullosos de su valentía y sabiduría. Sofía sabía que cuidaría el río y sería una guardiana de la naturaleza.
Y así, cada vez que Sofía escuchaba el murmullo del río, recordaba a su amigo, el paiche, y las lecciones que aprendió sobre el cuidado del medioambiente. Aunque un simple día de paseo había sido una aventura extraordinaria, se dio cuenta de que podía hacer una gran diferencia. Y con una sonrisa, se quedó dormida esa noche soñando con nuevos amigos del río y más aventuras por venir.
FIN.