Sofía y el poder de la amistad
Había una vez una niña llamada Sofía, que era muy tímida. Tenía 10 años y siempre se sentía nerviosa al hablar con otras personas. Le costaba hacer amigos y participar en actividades sociales.
Un día, mientras caminaba por el parque, vio a un grupo de niños jugando al fútbol. Sofía deseaba poder unirse a ellos, pero su timidez le impedía acercarse. Se quedó mirándolos desde lejos, sintiendo envidia de cómo se divertían juntos.
De repente, apareció Lucas, un niño travieso y extrovertido que había notado la tristeza en los ojos de Sofía.
Sin pensarlo dos veces, se acercó a ella y le preguntó:- Hola, ¿por qué estás tan sola? ¿Quieres jugar con nosotros? Sofía se sonrojó e intentó responder tímidamente:- No sé... soy muy tímida... Lucas le dio una amplia sonrisa y le dijo:- ¡No te preocupes! Te prometo que seremos buenos amigos.
Vamos a enseñarte cómo divertirte sin importar lo tímida que seas. Sofía aceptó la invitación de Lucas y lentamente comenzaron a jugar todos juntos. A medida que pasaban los días, Sofía fue ganando confianza poco a poco gracias a la amistad de Lucas y los demás niños del parque.
Un día, mientras jugaban al escondite en el bosque cercano al parque, Sofía tuvo una idea emocionante para sorprender a sus nuevos amigos: decidió convertirse en la mejor escondedora del mundo.
Con mucho entusiasmo, Sofía comenzó a entrenar su habilidad para esconderse. Practicaba en su casa, en el jardín y en todos los lugares que encontraba. Leía libros sobre técnicas de camuflaje y se volvía cada vez más astuta.
Llegó el día del gran desafío: una competencia de escondite con todos sus amigos del parque. Sofía estaba nerviosa pero emocionada por mostrarles lo buena que se había vuelto. Cuando llegó su turno de esconderse, Sofía eligió un árbol frondoso y se ocultó entre las ramas.
Pasaron minutos interminables hasta que uno por uno, sus amigos fueron encontrándola. Cuando finalmente la descubrieron, todos quedaron sorprendidos por lo bien que Sofía se había escondido. La aplaudieron y le dijeron lo orgullosos que estaban de ella.
Desde ese día, Sofía dejó atrás su timidez y comenzó a ser más segura de sí misma.
Descubrió que no tenía que cambiar quién era para hacer amigos o divertirse; solo necesitaba confiar en sí misma y atreverse a probar cosas nuevas. Sofía siguió jugando con Lucas y los demás niños del parque, pero esta vez ya no sentía miedo ni vergüenza al participar en actividades sociales.
Había aprendido una valiosa lección: ser tímida no significaba estar sola o limitarse a sí misma. Y así fue como la pequeña Sofía superó su timidez gracias a la amistad verdadera y al descubrimiento de sus propios talentos.
A partir de ese momento, nada podía detenerla en su camino hacia la felicidad y la confianza en sí misma.
FIN.