Sofía y el poder de la amistad


Había una vez en un colegio de Buenos Aires, un grupo de chicos que se divertían molestando a Juan, un joven tímido y amante de la lectura.

Todos los días, al salir de clases, lo seguían por los pasillos riéndose de él y llamándolo —"nerd"  y "ratón de biblioteca". Juan se sentía triste y solo, no entendía por qué le hacían bullying si él nunca les había hecho daño.

Un día, mientras caminaba hacia la biblioteca para refugiarse entre sus libros favoritos, escuchó una risa detrás suyo. Se dio vuelta y vio a Sofía, una niña nueva en el colegio que parecía diferente al resto. -¡Hola! Soy Sofía -dijo la pequeña con una sonrisa cálida. -Hola...

yo soy Juan -respondió tímidamente. Sofía notó la tristeza en los ojos de Juan y decidió acercarse más a él. Descubrió que compartían gustos similares por la lectura y la ciencia ficción.

A partir de ese momento, se volvieron grandes amigos. Un día, mientras Juan estaba leyendo un libro en el patio del colegio, los matones se acercaron nuevamente para burlarse de él. Pero esta vez algo fue diferente.

-¡Miren quién está aquí! El ratón de biblioteca -se burló uno de ellos. Sofía se paró al lado de Juan y lo miró fijamente a los ojos. -¿Qué les pasa? ¿Les divierte hacer sentir mal a alguien más solo porque es diferente? -les dijo con valentía.

Los matones se quedaron callados ante las palabras de Sofía. Nunca habían sido confrontados de esa manera antes. Desde ese día, Sofía se convirtió en la defensora número uno de Juan.

Siempre estaba ahí para protegerlo del bullying y enseñarles a los demás chicos que está bien ser diferentes, que todos tenemos algo especial que nos hace únicos. Con el tiempo, los matones empezaron a reflexionar sobre sus acciones y algunos hasta pidieron disculpas a Juan por haberlo tratado mal.

La amistad entre Juan y Sofía inspiró a otros compañeros a ser más comprensivos y solidarios entre sí.

Y así, gracias al valor y la bondad de Sofía, el colegio se transformó en un lugar donde reinaran el respeto y la aceptación mutua. Juan ya no era visto como el "ratón de biblioteca", sino como un amigo leal e inteligente al que todos admiraban.

Desde entonces aprendieron juntos que las diferencias nos enriquecen como personas y que siempre es mejor construir puentes hacia el otro en lugar levantar muros basados en prejuicios sin fundamento alguno.

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