Sofía y el Poder de la Amistad
Era una mañana soleada y Sofía se dirigía a la escuela con una mezcla de nervios y ánimo. Como todos los días, al acercarse a la entrada, vio a sus compañeros reunidos, riendo y hablando en pequeños grupos. Pero, para su tristeza, también escuchaba sus susurros,
"Mirá a Sofía, siempre tan solitaria" - comentó una niña.
"Sí, nunca se une a nosotros" - respondió un chico con una sonrisa burlona.
Sofía se detuvo en seco. En su interior, esa voz burlona seguía resonando. "¿Para qué vine?" se preguntó, sintiéndose un poco triste.
Sin embargo, hoy era un día diferente. Su maestra, la señorita Ana, había decidido que era necesario hablar sobre las emociones y cómo impactan nuestras vidas. Cuando entró al aula, las miradas de sus compañeros se dirigieron hacia Sofía, pero esta vez, la señorita Ana dedicó un momento a crear un ambiente seguro.
"Hoy vamos a hablar de la empatía" - dijo la señorita Ana, sonriendo. "Quiero que todos se imaginen cómo se puede sentir otra persona cuando la critican o la excluyen".
Sofía sintió que su corazón se aceleraba. La maestra comenzó a preguntar a los alumnos ¿Qué sienten cuando alguien les dice algo feo? Uno a uno empezaron a compartir sus sentimientos.
"Me siento triste" - dijo un chico con un tono apagado.
"A veces pienso que no soy suficiente" - afirmó otra niña con la mirada baja.
Esa fue la oportunidad que Sofía había estado esperando. Levantó la mano con un poco de miedo, pero la señora Ana le hizo un gesto para que hablara.
"A mí me pasa eso, me siento sola cuando me dicen cosas feas. A veces pienso que no tengo amigos" - confesó Sofía, sintiendo que una carga se levantaba de sus hombros.
La señorita Ana sonrió amablemente y todos se quedaron en silencio. Fue un momento muy valioso.
"Gracias por compartirlo, Sofía" - le respondió la maestra con ternura. "¿Alguien puede ayudarme a pensar en maneras de ser más amables entre nosotros?"
Los compañeros comenzaron a ofrecer ideas, algunas eran simples pero poderosas.
"Podríamos decir algo bonito cada día" - sugirió un niño con una gran sonrisa.
"O mejor aún, si vemos a alguien solo, podríamos invitarlo a jugar" - añadió una niña entusiasmada.
Sofía se sintió esperanzada al escuchar las propuestas. Quizás, esa imagen que tenía de sus compañeros solo era una parte de la verdad. Tal vez había una oportunidad para cambiar. Al finalizar la clase, la señora Ana les pidió a todos que escribieran una carta anónima a alguien de la clase, diciéndoles algo positivo.
El día siguiente Sofía llegó un poco más confiada. Cuando salió al recreo, vio a sus compañeros. A lo lejos, una niña se acercó a ella.
"Hola, Sofía, ¿querés jugar al balón?" - preguntó con una sonrisa.
Sofía no podía creerlo. Le sonrió y asintió con la cabeza. Mientras pateaban el balón y reían, comenzó a sentirse parte del grupo, como si por fin alguien la incluía. No todo era perfecto, pero ese primer paso hacia la amistad era suficiente para que se sintiera más alegre.
Al final del recreo, se dio cuenta de algo importante. Tal vez el cambio empezaba en ella misma. Desde ese día, Sofía decidió ser amable, no solo con sus compañeros, sino también consigo misma. Aprendió que la amistad y la empatía son la base para un ambiente más feliz en la escuela. Y desde entonces, cada mañana, sumaba una nueva amiga a su lista.
"Gracias, señorita Ana, por ayudarme a hablar de mis sentimientos" - le dijo un día a su maestra, con una gran sonrisa hacia ella.
La maestra le devolvió la sonrisa y le dijo:
"Sofía, todos tenemos el poder de cambiar el entorno en donde estamos. Nunca dejes de ser tú misma".
Sofía, orgullosa, sabía que el camino recién empezaba, pero estaba lista para enfrentar lo que viniera con amor y amistad.
FIN.