Sofía y el Ratón Melódico
Había una vez, en la hermosa ciudad de Guadalajara, una niña llamada Sofía. Todos los días, Sofía iba a jugar al parque con sus amigos y disfrutaba de las tardes soleadas corriendo y riendo sin parar.
Un día, mientras paseaba por el centro de la ciudad, Sofía quedó maravillada al ver la imponente catedral. Era tan grande y majestuosa que no podía apartar la mirada de ella. Fascinada por su belleza, decidió entrar para explorarla.
Al adentrarse en la catedral, Sofía se encontró con un guardia muy amable que le dio permiso para recorrer cada rincón del lugar.
A medida que avanzaba entre las altas columnas y los vitrales coloridos, sintió una extraña sensación de paz y tranquilidad. De repente, escuchó un ruido proveniente del órgano de la catedral. Se acercó cautelosamente hacia donde provenían los sonidos y descubrió a un ratoncito tocando el instrumento con gran habilidad.
- ¡Wow! ¡Eres increíble! -exclamó Sofía sorprendida- ¿Cómo aprendiste a tocar así? El ratoncito se detuvo unos instantes y respondió:- Durante muchos años viví aquí dentro de esta catedral observando cómo los músicos ensayaban.
Me enamoré tanto de la música que decidí aprender por mi cuenta hasta dominar el órgano. Sofía quedó impresionada por el talento del ratoncito e inspirada por su historia. Decidió entonces hacer lo mismo: aprender algo nuevo y dedicarle tiempo y esfuerzo.
Desde ese día, Sofía comenzó a buscar actividades que le apasionaran. Probó con la pintura, el ballet y hasta el fútbol, pero ninguna de ellas despertaba en ella esa chispa especial que había sentido al ver al ratoncito tocar el órgano.
Un día, mientras caminaba por un parque cercano a su casa, Sofía escuchó los acordes de una guitarra. Siguiendo el sonido, llegó hasta un hombre mayor que estaba tocando con gran destreza.
- ¡Hola! -dijo Sofía emocionada- ¿Puedes enseñarme a tocar la guitarra? El hombre sonrió y respondió:- Claro que sí, pequeña. La música es algo maravilloso que puede llenar nuestras vidas de alegría. Te enseñaré todo lo que sé. Así fue como Sofía empezó a aprender a tocar la guitarra.
Dedicaba horas practicando cada día y poco a poco fue mejorando su técnica. El amor por la música se convirtió en su pasión más grande.
Con el paso del tiempo, Sofía se convirtió en una talentosa guitarrista y comenzó a dar conciertos en diferentes lugares de Guadalajara. Su música llegaba al corazón de las personas y les transmitía alegría y esperanza.
Un día, mientras daba un concierto en la catedral donde había conocido al ratoncito músico, Sofía vio entre el público al guardia amable que le había dado permiso para entrar aquel primer día. Al terminar su presentación, corrió hacia él emocionada:- ¡Mira lo que logré! Soy una guitarrista gracias a la inspiración que encontré aquí en esta catedral.
El guardia sonrió y respondió:- Eres un verdadero ejemplo de perseverancia y dedicación, Sofía. Estoy orgulloso de ti.
Desde ese día, Sofía continuó compartiendo su música con el mundo y siempre recordó la valiosa lección que aprendió en la catedral: nunca dejar de buscar aquello que nos apasiona y luchar por convertir nuestros sueños en realidad.
FIN.