Sofía y el refugio de los animales mágicos



Había una vez en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, una casa muy especial. Se decía que estaba embrujada y que en su interior vivían criaturas extrañas y misteriosas.

Los vecinos evitaban pasar por allí y los niños jugaban a desafiar su valentía acercándose lo más posible. Un día, llegó a aquel pueblo una niña llamada Sofía. Era curiosa y valiente, no le tenía miedo a nada ni a nadie.

Escuchó las historias sobre la casa embrujada y decidió investigar por sí misma. Sofía se acercó lentamente a la casa fantasme, con paso decidido y el corazón latiendo fuerte en su pecho. Al entrar, se encontró con un pasillo oscuro y polvoriento.

De repente, escuchó un ruido extraño detrás de una puerta entreabierta. - ¿Hola? -dijo Sofía con voz temblorosa. De pronto, salió de la habitación un gato negro con ojos brillantes como dos luciérnagas.

El gato se acercó a Sofía y comenzó a hablar:- ¡Hola! Soy Mago, el guardián de esta casa.

¿Qué haces aquí? Sofía se sorprendió al escuchar al gato hablar pero rápidamente recordó su valentía y respondió:- Soy Sofía, vine a descubrir los secretos de esta casa embrujada. Mago sonrió y le explicó que la casa no estaba embrujada en realidad, sino que era habitada por animales mágicos que habían creado un refugio para protegerse del mundo exterior.

Sofía conoció entonces a Lila, una mariposa gigante con alas iridiscentes; a Pompón, un conejo parlanchín que hacía trucos de magia; y a Peluca, una araña tejedora de sueños.

Juntos vivieron muchas aventuras dentro de la casa fantasme: exploraron pasadizos secretos, resolvieron acertijos misteriosos e incluso ayudaron a los animales del bosque cercano cuando estaban en apuros. Poco a poco, los vecinos del pueblo dejaron de temerle a la casa embrujada al ver salir risas y luces brillantes desde sus ventanas.

Sofía había logrado cambiar la percepción sobre ese lugar tan especial. Finalmente, llegó el día en que Sofía debió partir del pueblo para continuar su viaje.

Los animales mágicos le regalaron un collar brillante como muestra de gratitud por haberles devuelto la alegría y la compañía perdida durante tanto tiempo.

Desde entonces, cada vez que alguien preguntaba por aquella casa fantasmagórica del pequeño pueblo de Buenos Aires, todos contaban la historia maravillosa de cómo Sofía descubrió el verdadero encanto que había dentro gracias al valor y la amistad compartida con seres extraordinarios.

FIN.

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