Sofía y el regalo hecho a mano



Era un día fresco y soleado en la ciudad de Buenos Aires. El sol apenas comenzaba a asomar por el horizonte, pero yo ya estaba despierto y listo para comenzar mi día.

Me levanté de la cama con energía y me vestí rápidamente para ir a trabajar. Mi trabajo era en una fábrica de juguetes, donde yo era el encargado de ensamblar las piezas que luego serían empacadas y distribuidas por todo el país.

Era un trabajo sencillo pero requería mucha atención y dedicación. Al llegar a la fábrica, saludé a mis compañeros de trabajo y comencé a prepararme para empezar mi labor diaria.

Mientras trabajaba, pensaba en cómo podría hacer algo especial ese día para alegrarle el día a alguien más. Fue entonces cuando llegó al taller una niña llamada Sofía, quien estaba acompañada por su abuela. Sofía se acercó tímidamente hacia mí y me preguntó si podía ver cómo se hacían los juguetes.

"Por supuesto que sí", le respondí sonriendo. "Ven aquí, te voy a mostrar cómo armo estas muñecas". Sofía se acercó con curiosidad mientras yo le mostraba cada paso del proceso de armado de las muñecas.

Le expliqué cuál era la función de cada pieza y cómo todas juntas formaban un hermoso juguete.

La expresión en su rostro cambió completamente: pasó de estar tímida e insegura a estar llena de entusiasmo e interés por lo que estábamos haciendo juntos. "¡Qué lindo es esto!", exclamó Sofía. "¿Puedo ayudarte a armar una muñeca?""Por supuesto", le respondí entusiasmado. "¡Será un gusto trabajar contigo!".

Comenzamos a trabajar juntos, y mientras tanto, yo le contaba historias sobre mi infancia y los juguetes que solía tener. Sofía se reía de mis ocurrencias y me preguntaba cada vez más cosas sobre mi trabajo.

Finalmente, terminamos de armar la muñeca y la colocamos en el lugar donde debía ser empacada. Sofía estaba muy feliz con su nueva amiga de juguete, pero lo que más me llenó el corazón fue ver su rostro lleno de alegría e ilusión por aprender cosas nuevas.

Ese día aprendí que no importa cuán temprano te levantes para ir a trabajar, siempre puedes hacer algo especial para alguien más. Y aunque mi trabajo era sencillo, sentí que había hecho una gran diferencia en la vida de esa niña pequeña llamada Sofía.

Desde ese día en adelante, todos los días trataba de hacer algo especial para alguien más: ya sea sonreírle a un extraño o darle las gracias al vendedor del kiosco cercano por su buen servicio.

Porque nunca sabes cuán grande puede ser el impacto que tienes en la vida de alguien más con solo un pequeño acto de bondad.

FIN.

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