Sofía y el Rincón del Tiempo
Era una soleada mañana en el barrio de San Fernando donde vivía Sofía, una niña de diez años con una gran sonrisa y un amor inmenso por el conocimiento. A ella le encantaba estudiar: los colores, la historia, las matemáticas, todo le parecía fascinante. Sin embargo, había algo que un poco la ponía triste: sus papás siempre estaban ocupados en el trabajo y rara vez tenían tiempo para pasar con ella.
Sofía siempre soñaba con aventuras que incluyeran a sus padres, pero la realidad era que cuando llegaba a casa de la escuela, su mamá y su papá estaban en el medio de alguna videollamada o revisando informes.
Un día, después de un largo día escolar, Sofía volvió a su casa deseando contarles a sus padres sobre su día. Al entrar, escuchó a su papá hablando por teléfono.
"¡Sí, tengo que terminar este proyecto para mañana!" - dijo su padre sin poder oír su llegada.
Y su mamá, al instante, vino del fondo.
"Perdón, Sofi, pero tengo una reunión muy importante. ¿Podes hacer tu tarea un rato sola?" - le pidió, abrumada.
Sofía se sintió un poco sola. Sabía que sus padres trabajaban muy duro, pero anhelaba esos momentos en los que podían reír y hablar juntos.
Esa noche, mientras intentaba concentrarse en sus tareas, Sofía se dio cuenta de que había algo especial en su cuarto. Era un rincón que a veces olvidaba: un pequeño escritorio lleno de libros y lápices de colores. Inspirada, decidió hacer un plan para crear algo mágico.
Al día siguiente, llevó a cabo su idea. Comenzó a construir un cartel que decía: "Rincón del Tiempo: ven a jugar conmigo, ¡tendremos aventuras!" Cualquier momento libre que tenía, consumía su energía en decorar ese rincón. Colocó fotos en la pared, dibujó mapas y escribió invitaciones especiales para sus padres.
Cada vez que sus padres volvían del trabajo, Sofía les decía entusiasmada:
"¡Papá, mamá, los invito a mi Rincón del Tiempo!"
Ellos sonreían pero a menudo respondían que tenían que trabajar.
Sin embargo, una tarde, cuando Sofía llegó a casa, se encontró con una sorpresa. Sus papás habían dejado una nota en el refrigerador:
"Querida Sofía, hoy vamos a cenar un poco más tarde. ¡Vamos a visitar el Rincón del Tiempo!"
Sofía no podía creerlo. Se puso a saltar de alegría. Cuando llegó el momento, sus padres la llevaron a su cuarto y quedaron maravillados:
"¡Wow, Sofi, esto es increíble!" - dijo su madre, mientras sus ojos brillaban.
"Es nuestro Rincón del Tiempo. Haremos algo divertido juntos todos los días desde ahora. ¡Como una aventura!" - exclamó Sofía emocionada.
Así fue como Sofía y sus padres empezaron a tener un espacio exclusivo para ellos. Cada día se tomaban un rato del trabajo para explorar un nuevo tema. Un día viajaron a la antigua Grecia, otro día a la selva amazónica. Usaban libros, videos y cuentos para hacer girar su imaginación y aprender juntos. Sofía les enseñaba sobre lo que había estudiado en la escuela, y sus padres le contaban historias sobre el mundo laboral.
Con el tiempo, el Rincón del Tiempo se convirtió en un lugar sagrado. Contaban historias, hacían experimentos y creaban manualidades. Dando esos pequeños espacios, sus padres podían ver cuán importante era para Sofía pasar tiempo con ellos. Ellos también se sintieron más cerca de su niña especial.
Un día, mientras estaban organizando fotos de sus aventuras, el papá de Sofía le dijo:
"Gracias por recordarnos lo importante que es compartir el tiempo juntos, Sofí. A veces, los adultos olvidamos que la vida no se trata solo de trabajar."
Y esa reflexión impactó a Sofía, quien respondió:
"Y yo aprendí que la verdadera aventura es aprender y compartir juntos. ¡Podemos descubrirlo todo, si estamos juntos!"
Desde entonces, Sofía supo que además de ser una gran estudiante, también podía ser la guía que acercaba a su familia en un mundo lleno de posibilidades y conocimiento. El Rincón del Tiempo se volvió un símbolo de unión, donde los tres podían emprender juntos las aventuras más increíbles, sin importar qué tan ocupado estaba cada uno.
Así, Sofía y sus padres crearon un bello hábito que se extendió más allá del Rincón del Tiempo, convirtiéndose en una parte esencial de sus vidas. Y cada vez que el trabajo amenazaba con separarlos, ellos simplemente sonreían y decían:
"¡Es hora del Rincón del Tiempo!"
FIN.