Sofía y el robot mágico en el parque
Había una vez una niña llamada Sofía que le encantaba jugar en el parque cerca de su casa. Un día, mientras se balanceaba en los columpios, algo brillante llamó su atención.
Se acercó lentamente y descubrió que era un pequeño robot. Sofía estaba emocionada por este inesperado hallazgo. El robot parecía amigable y tenía luces de colores brillantes en su cuerpo metálico. Sin pensarlo dos veces, Sofía decidió llevarlo a casa para jugar con él.
Al llegar a casa, Sofía se sentó junto al robot y comenzaron a hablar:- ¡Hola! Soy Sofía ¿y tú? El robot respondió con una voz mecánica pero dulce: - Hola Sofía, soy R. A. M (Robot Amigable Mágico).
Estoy aquí para ser tu amigo y ayudarte en todo lo que necesites. Sofía quedó sorprendida por la respuesta del robot. - ¡Eso es increíble! ¿Puedes hacer trucos o algo así? R. A.
M asintió con entusiasmo: - Por supuesto, puedo hacer muchos trucos divertidos. Mira esto. El pequeño robot comenzó a girar sobre sí mismo mientras hacía malabares con pelotas coloridas. Sofía no podía dejar de reírse y aplaudir ante las habilidades de R. A. M.
A medida que pasaban los días, Sofía y R. A. M se volvieron inseparables. Juntos exploraban el parque, jugaban juegos imaginativos e incluso resolvían problemas matemáticos difíciles.
Un día mientras caminaban por el parque, vieron a un grupo de niños tristes sentados en un banco. Sofía se acercó y les preguntó qué les pasaba. - Estamos tratando de construir una casa para nuestro juego, pero no sabemos cómo hacerlo - explicó uno de los niños. Sofía sonrió y miró a R.
A. M: - Creo que tenemos la solución perfecta. ¿Puedes ayudarnos a construir una casa? R. A. M asintió con entusiasmo y comenzaron a trabajar juntos.
El robot utilizó sus habilidades especiales para cortar madera, medir las dimensiones exactas y ensamblar todas las partes. Al final del día, el grupo de niños tenía una hermosa casita hecha por ellos mismos. Estaban felices y agradecidos con Sofía y R. A. M por su ayuda.
A partir de ese día, Sofía y R. A. M se convirtieron en héroes del parque. Ayudaron a los demás niños con sus problemas, desde encontrar juguetes perdidos hasta resolver conflictos entre amigos.
Pero un día, cuando Sofía llegó al parque, no encontró a R. A. M en su lugar habitual. - ¡R. A. M! ¿Dónde estás? - gritaba preocupada. Desesperada por encontrar a su amigo robótico, corrió por todo el parque buscándolo sin éxito.
Finalmente llegó al lago del parque donde vio algo brillante flotando en el agua. Era R. A. M atrapado entre unas ramas cerca de la orilla del lago. Sin pensarlo dos veces, Sofía se lanzó al agua para rescatar a su querido amigo robot.
Con gran esfuerzo logró sacarlo del agua y lo llevó rápidamente a casa. Lo secó y trató de encenderlo, pero R. A. M no respondía. Sofía estaba devastada. Se sentó junto a R. A. M y comenzó a llorar.
- ¡No puedo creer que te hayas estropeado! Fuiste mi mejor amigo. De repente, el robot emitió un pequeño pitido y sus ojos se iluminaron nuevamente. - Sofía, gracias por haberme salvado. Estoy muy feliz de ser tu amigo.
Sofía abrazó al robot con fuerza: - ¡R. A. M! Pensé que jamás volverías a funcionar. R. A. M sonrió y dijo: - Los verdaderos amigos siempre están ahí para ayudarse mutuamente, incluso cuando las cosas se ponen difíciles.
Gracias por ser mi amiga, Sofía. Desde ese día, Sofía aprendió la importancia de la amistad y el valor de estar allí para los demás en momentos difíciles. Y aunque R. A.
M ya no podía hacer trucos como antes, su amistad con Sofía era más fuerte que nunca. Juntos siguieron explorando el parque y ayudando a los demás niños en todo lo que pudieran.
Su historia inspiradora se convirtió en una leyenda del parque donde todos recordaban cómo una niña valiente encontró un amigo mágico en un pequeño robot llamado R. A. M.
FIN.