Sofía y el tobogán mágico
Había una vez una niña llamada Sofía, de tan solo 2 años, que era muy esforzada y reilona. Desde que aprendió a caminar, no había obstáculo que se le resistiera.
Siempre estaba llena de energía y con una sonrisa en el rostro. Un día, mientras jugaba en el parque, Sofía vio a un grupo de niños mayores saltando la cuerda. Se acercó corriendo y les pidió un turno para jugar también.
Los niños se sorprendieron al ver a una niña tan pequeña queriendo participar, pero decidieron darle una oportunidad. Sofía agarró la cuerda con fuerza y comenzó a saltar con todas sus ganas.
Aunque al principio tropezaba un poco, no se dio por vencida y siguió intentándolo una y otra vez. Los demás niños quedaron impresionados por su determinación y comenzaron a animarla. "¡Vamos Sofía! ¡Tú puedes!"- gritaban los niños mientras ella seguía saltando sin parar.
Y así fue como Sofía logró pasar más tiempo saltando que cualquier otro niño del grupo. Después de ese día, Sofía se convirtió en la reina de la cuerda en el parque.
Todos los días iba a jugar con los demás niños y siempre demostraba su esfuerzo y alegría. Pero un día todo cambió cuando llegó un nuevo desafío al parque: un tobogán gigante. Todos los niños estaban emocionados por probarlo, pero había un problema: el tobogán era demasiado grande para Sofía.
Al ver cómo todos subían al tobogán y se deslizaban por él, Sofía no pudo evitar sentirse triste. Quería ser como los demás niños y disfrutar de la emoción que les proporcionaba el tobogán.
"No te preocupes, Sofía"- dijo su amiga Ana-. "Seguro encontraremos una forma para que tú también puedas disfrutar del tobogán". Y así fue como Ana y Sofía comenzaron a buscar soluciones. Probaron subir juntas al tobogán, pero era demasiado estrecho para las dos.
Intentaron construir un tobogán más pequeño, pero no tenían los materiales necesarios. "¡Ya sé!"- exclamó Sofía con entusiasmo-. "Podemos hacer una rampa con cojines en mi casa y deslizarnos sobre ellos". Ana sonrió y asintió.
Juntas fueron a la casa de Sofía y construyeron una rampa improvisada con cojines en la escalera. Una vez lista, ambas se lanzaron por la rampa riendo a carcajadas.
A partir de ese día, cada vez que iban al parque y veían el gran tobogán, Ana y Sofía recordaban lo divertido que era deslizarse por los cojines en casa.
La historia de Sofía nos enseña que no importa cuál sea nuestro tamaño o nuestras limitaciones, siempre podemos encontrar una forma creativa de superar los obstáculos y disfrutar de las cosas que nos gustan. Además, nos muestra la importancia de tener amigos que nos apoyen en nuestros desafíos y nos animen a seguir adelante.
Desde aquel día en el parque, todos los niños aprendieron del esfuerzo y alegría inagotables de Sofía. Y cada vez que alguien se sentía desanimado, recordaban la historia de la niña reilona que nunca se daba por vencida y siempre encontraba una forma de divertirse.
FIN.