Sofía y el Valor de Ser Única
Sofía era una niña llena de energía y sueños. Había llegado a un nuevo colegio con la emoción de hacer nuevos amigos y aprender cosas increíbles. Procedente de una región lejana, Sofía tenía un acento especial y una forma distinta de vestir que la hacía destacar entre sus compañeros.
Los primeros días, todo parecía ir bien. Sofía se sentaba en la primera fila, escuchaba atentamente a la maestra y levantaba la mano para participar.
Un día, durante el recreo, un grupo de niños la rodeó.
- ¿Por qué hablas así? - se rió Tobi, un chico rubio de ojos claros.
- Sí, tu ropa es rara - añadió Sofi, una niña que siempre iba a la moda.
- No me importa, yo soy única - respondió Sofía, intentando mantener la cabeza en alto.
Pero a medida que pasaron los días, los comentarios empezaron a ser más hirientes.
- ¿Por qué no te pareces a nosotros? - dijo otro niño en la clase, lanzando risas.
- ¡Vean, ahí viene la extranjera! - gritó una niña en el patio.
El corazón de Sofía se llenaba de tristeza. Una tarde, mientras hacía su tarea, su mamá la encontró con lágrimas en los ojos.
- ¿Qué te pasa, Sofi? - preguntó la mamá, preocupada.
- En el colegio me dicen cosas y me siento sola - respondió, limpiando sus lágrimas.
- Mi amor, recuerda que ser diferente es hermoso. La variedad hace al mundo un lugar más interesante. - le dijo su mamá abrazándola.
Decidida a cambiar la situación, Sofía pensó en una idea. Al día siguiente, durante la clase de arte, levantó la mano.
- Señora, ¿podemos hacer un proyecto sobre las diferencias culturales? - propuso entusiasta.
- ¡Qué interesante! - respondió la maestra.
- Yo puedo hablar de mi país y llevar algunas cosas para mostrarles - continuó Sofía.
Su propuesta fue aceptada y durante una semana, Sofía se preparó con entusiasmo. Al llegar el día de la presentación, sus compañeros estaban intrigados.
Sofía trajo alimentos típicos, contó historias de su hogar y mostró fotos hermosas.
- En mi país, tenemos una fiesta que se llama “La celebración de las flores” - relató con brillo en los ojos.
- ¡Qué lindo! - exclamó una niña.
- Y todos vestimos trajes coloridos y bailamos al ritmo de la música - sonrió Sofía, sintiendo el amor por su cultura.
Una vez que terminó su presentación, los compañeros aplaudieron. Tobi, que había sido uno de los más crueles, se levantó.
- Sofía, no sabía que tu cultura era tan interesante. Me gustaría aprender más de otros países. - dijo, algo avergonzado.
Poco a poco, los niños comenzaron a acercarse a Sofía.
- ¿Quieres jugar con nosotros? - le preguntó Sofi, la niña de la moda.
- Claro - respondió Sofía, con una sonrisa.
A partir de aquel día, las risas reemplazaron a las burlas. Sofía no solo se hizo amiga de sus compañeros, sino que también comenzó un círculo de intercambios culturales, donde cada uno podía compartir algo de sus raíces.
Así, un grupo de niños de diferentes orígenes, acentos y apariencias descubrieron que sus diferencias no solo enriquecían su colegio, sino que también los unían. Sofía se dio cuenta de que ser única era su mayor fortaleza.
- ¡Viva la diversidad! - gritaron todos un día, en un momento de celebración.
Y así, Sofía aprendió que a veces, los desafíos pueden convertirse en oportunidades y que, siendo uno mismo, se puede cambiar el mundo que nos rodea.
FIN.