Sofía y el Valor de Ser Uno Mismo



En una pequeña ciudad, vivía una niña llamada Sofía. Con el cabello rizado, ojos brillantes y una sonrisa siempre dispuesta, Sofía era una niña llena de sueños. Sin embargo, había algo que la entristecía: sufría bullying en la escuela y vivía con el maltrato de su padrastro, Carlos.

Todos los días, sus compañeros la llamaban "la rara" porque le gustaban las cosas diferentes, como leer libros de aventuras y coleccionar plantas. Años atrás, cuando Sofía era más pequeña, había sido fácil ser ella misma, pero a medida que creció, se dio cuenta de que no todos comprendían su amor por lo que era diferente.

Un día, Sofía se sentó en un rincón del patio, mirando cómo sus compañeritos jugaban sin ella. Llorando, susurró para sí misma: "Ojalá pudiera ser como ellos..." En ese momento, apareció su amiga Laura, que siempre estaba ahí para apoyarla. Laura se sentó a su lado y le dijo:

"Sofía, no te preocupes. Cada uno tiene algo especial, y lo que te hace diferente también es lo que te hace única."

"Pero no me gusta sentirme sola..." contestó Sofía con los ojos llenos de lágrimas.

Laura sonrió y le tomó la mano:

"¿Te gustaría que organizáramos una pequeña feriita de habilidades en clase?"

"¿Feriita? ¿Qué es eso?" preguntó Sofía con curiosidad.

"Sí, cada uno puede mostrar lo que sabe hacer. Así, tus compañeros podrán conocer un poco más sobre vos y quizás hasta les guste lo que haces."

Sofía pensó en la idea. Podía compartir su amor por las plantas y contar la historia de cómo cuidarlas. Al día siguiente, Sofía decidió hablar con la maestra.

"Señora, ¿podemos hacer una actividad donde cada uno muestre algo que le gusta?"

"¡Claro! Eso suena genial, Sofía. Haremos la feriita la próxima semana," respondió la maestra con entusiasmo.

Los días pasaron y Sofía comenzó a prepararse. Sin embargo, la semana de la feriita llegó y su padrastro, Carlos, no le dio apoyo.

"Hacés todo mal, ¿para qué vas a mostrar eso?" le gritó un día.

"Pero es mi idea, me hace feliz," defendió Sofía, sintiendo que su corazón se rompía un poco más.

"No me importa. ¡No se te ocurra ir!"

A pesar del miedo que sentía por lo que diría su padrastro, Sofía decidió seguir adelante. En la feriita, se respiraba emoción. Cada compañero mostraba algo diferente y muchos aplaudían. Cuando llegó su turno, tomó un profundo aliento y se presentó:

"Hola, soy Sofía y hoy les voy a hablar sobre el cuidado de las plantas. Son seres vivos que necesitan amor."

Al principio, los chicos se mostraron un poco desinteresados, pero al ver la pasión de Sofía al hablar, comenzaron a acercarse.

"Miren, aquí tengo una planta que se llama suculenta, es muy fácil de cuidar," dijo, mientras un compañero gritaba:

"¡Yo quiero! Me gustan las plantas."

La audiencia fue creciendo y sorprendida de ver cómo Sofía se conectaba con su pasión. Al finalizar su presentación, Sofía sintió que había ganado confianza.

"Gracias por escucharme, espero que todos puedan cuidar una planta alguna vez," concluyó con una gran sonrisa.

Al finalizar la feriita, sus compañeros la aplaudieron. Ella jamás había recibido tanto cariño y respeto de ellos. Cuando regresó a casa, Corina, su mamá, la esperaba con una sonrisa.

"¿Cómo te fue en la feriita?"

"No lo puedo creer, mamá. Los chicos me aplaudieron y me dijeron que les gustó mi presentación."

"¡Qué bueno, Sofía! Eres increíble!"

Poco a poco, Sofía comenzó a sentirse más fuerte y confió en sí misma. A medida que pasaban los días, sus compañeros empezaron a cambiar su comportamiento hacia ella. Se dieron cuenta de que ser diferente no era algo negativo y que Sofía tenía mucho que ofrecer.

Finalmente, enfrentó a Carlos.

"No me vas a detener más, Carlos. Tengo amigos que me quieren y sé que soy especial."

"¿Amigos?" replicó Carlos.

"Sí, ¡los que realmente importan!"

Para sorpresa de Sofía, Carlos no dijo nada más. Nadie podía quitarle lo que había aprendido y experimentado en la feriita. Así, Sofía descubrió que su verdadero valor no residía en lo que los demás pensaban de ella, sino en ser fiel a quien realmente era.

Con el tiempo, Sofía se sintió más feliz y conectada con su autenticidad. Y así aprendió que no importa lo que los demás digan, siempre hay que tener valor, ser uno mismo y rodearse de quienes realmente te apoyan, porque eso es lo que importa en la vida.

FIN.

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