Sofía y el Viento Mágico
Había una vez una niña llamada Sofía que vivía en un pequeño pueblo cerca de la playa. Siempre le gustaba pasar tiempo al aire libre, disfrutando del sol, el viento y la arena.
Un día, mientras caminaba por la orilla del mar, encontró una botella en la arena. La sacudió suavemente y escuchó algo adentro. Con curiosidad, desenroscó el tapón y salió volando un pequeño papel. Sofía lo desplegó y leyó: "Querida Sofía, soy el Viento.
Estoy atrapado dentro de esta botella y necesito tu ayuda para ser libre nuevamente". Sorprendida, Sofía miró a su alrededor pero no vio a nadie más.
Decidida a ayudar al Viento, Sofía cerró los ojos y sopló con todas sus fuerzas hacia la botella. El viento se levantó rápidamente y comenzaron a soplar fuertes ráfagas alrededor de ella. La botella salió volando por los aires hasta perderse en el horizonte.
Agradecido por su liberación, el Viento decidió acompañar a Sofía durante ese día en la playa. Juntos jugaron con las olas, construyeron castillos de arena e incluso hicieron volar una cometa.
Mientras tanto, el Sol estaba observando desde lo alto con alegría cómo los dos amigos disfrutaban del día en la playa. Sin embargo, se dio cuenta de que había estado brillando muy fuerte durante mucho tiempo y temió que Sofía se sintiera demasiado caliente.
Entonces decidió bajar un poco su intensidad para que la niña pudiera seguir disfrutando sin preocupaciones. Sofía notó el cambio y agradeció al Sol por su amabilidad. Mientras jugaban, una pequeña ola arrastró un objeto extraño hasta la orilla.
Era una linterna mágica con un mensaje escrito en ella: "Hola Sofía, soy la Arena. Estoy atrapada dentro de esta linterna y necesito tu ayuda para ser libre nuevamente".
Sofía no podía creerlo, ¡otro amigo necesitaba su ayuda! Sin pensarlo dos veces, tomó la linterna y comenzó a frotarla con fuerza. De repente, la arena salió volando en todas direcciones y se esparció por toda la playa.
La Arena estaba tan contenta de estar libre otra vez que decidió hacer algo especial por Sofía como muestra de gratitud. Comenzó a formar figuras increíbles en la playa: castillos, animales e incluso una réplica perfecta del pueblo donde vivía Sofía.
Cuando llegó el atardecer, los tres amigos se sentaron juntos para contemplar cómo el sol se sumergía lentamente en el horizonte. Fue un momento mágico lleno de paz y felicidad. Al despedirse, cada uno prometió volver a encontrarse pronto para seguir disfrutando juntos de las maravillas del mundo natural.
Y así fue como Sofía descubrió que siempre hay amigos inesperados dispuestos a compartir momentos especiales si estamos abiertos a ayudarlos. Desde aquel día, Sofía visitaba regularmente la playa y siempre encontraba algo nuevo para aprender y disfrutar junto al Viento, el Sol y la Arena.
FIN.