Sofía y la Amistad Inesperada
Era un día soleado en la escuela de Sofía. Todos los chicos estaban emocionados, porque hoy iba a haber una nueva compañera en el aula. Mientras se preparaban para la llegada de la nueva estudiante, Sofía se sentó cerca de la ventana, pensando en cómo sería.
Cuando la maestra, la señorita Ana, presentó a la nueva alumna, Sofía sintió una mezcla de curiosidad y nervios.
"Chicos, esta es Clara, acaba de mudarse a nuestra ciudad. ¡Espero que todos la reciban con mucho cariño!" - dijo la maestra, sonriendo.
Clara, con su cabello rizado y sus ojos brillantes, se veía un poco tímida. Sofía, que siempre había sido amable con los nuevos, decidió que era el momento de acercarse.
"Hola, Clara. Soy Sofía. Si necesitas ayuda, ¡estaré feliz de mostrártelo todo!" - le dijo Sofía, acercándose con una sonrisa.
"Hola, Sofía. Gracias, la verdad es que estoy un poco asustada…" - respondió Clara, bajando la mirada.
Esa tarde, durante el recreo, las dos chicas comenzaron a hablar y a jugar juntas, pero justo cuando parecían estar ha yendo bien, escucharon a un grupo de niños burlándose de Clara.
"Mirá a la nueva, parece un pepino. No sabe jugar al fútbol" - dijo uno de los niños.
Sofía sintió que su corazón latía rápido. Quería defender a Clara, pero su miedo la detuvo. Clara, con la cabeza agachada, se alejó un poco avergonzada.
Esa noche, Sofía no pudo dejar de pensar en lo que había pasado. Se sintió mal por no haber defendido a Clara, y el día siguiente decidió que debía hacer algo al respecto.
"Clara, ¡ven! Voy a enseñarte a jugar al fútbol. ¡Sé que vas a ser genial!" - le dijo Sofía al encontrarla en el patio.
"No sé… no quiero que se rían de mí de nuevo" - respondió Clara, un poco insegura.
"Si no lo intentamos, nunca sabremos. Y a mí me gustaría que jugaras conmigo. ¿Te parece?" - insistió Sofía.
Clara, lentamente, sonrió y accedió. A partir de ese momento, las dos comenzaron a practicar para enfrentarse a ese grupo de niños. Sofía le enseñó a Clara algunos trucos y estrategias. Con el tiempo, Clara se volvió más segura y aunque a veces todavía se sentía un poco incómoda, sabía que tenía a Sofía a su lado.
Un día, en el recreo, se organizó un partido y Clara fue parte del equipo. Cuando el balón llegó a ella, sintió su corazón latir fuerte, pero Sofía le gritó desde la línea:
"¡Vamos, Clara! ¡A dar lo mejor!"
Clara respiró hondo y, en un movimiento inesperado, pateó el balón de lleno y ¡GOL! Todos sus compañeros quedaron sorprendidos y comenzaron a aplaudir.
Después del partido, el grupo de niños que se burlaban de Clara se acercó a hablar con ella.
"No sabíamos que eras tan buena. Nos gustaría que jugaras con nosotros otra vez" - le dijeron, un poco avergonzados.
Clara, con una gran sonrisa, miró a Sofía, y luego a los demás.
"Está bien, pero sólo si prometen no reírse de los demás. Todos podemos aprender" - respondió Clara con valentía.
Sofía sintió una calidez en su pecho al ver cómo Clara había cambiado. Esa experiencia les enseñó a ambas a defenderse y valorar la amistad.
Desde ese día, Sofía y Clara no sólo se volvieron grandes amigas, sino que también juntas enseñaron a sus compañeros la importancia de la empatía, de las segundas oportunidades y de cómo una verdadera amistad puede surgir incluso en los momentos más difíciles.
FIN.