Sofía y la belleza de ser diferente


Había una vez en un lugar inhóspito, rodeado de montañas escarpadas y bosques frondosos, donde vivía una niña llamada Sofía junto a su madre.

A pesar de la belleza natural que los rodeaba, las personas del pueblo no querían acercarse a ellas. Eran hermosas, inteligentes, adineradas y siempre perfumadas con fragancias exquisitas. Pero algo en ellas hacía que los demás las rechazaran.

Un día, mientras Sofía jugaba cerca de un arroyo cristalino, vio a un grupo de niños del pueblo que se acercaban hacia ella. Estaba emocionada por tener compañía, pero al ver sus caras burlonas y escuchar sus risas maliciosas, supo que venían a hacerle daño.

- ¡Miren a la niña rara y su mamá extraña! -exclamó uno de los niños mientras los demás se reían. Sofía sintió un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos. Corrió hacia su casa buscando refugio en brazos de su madre.

- ¿Qué pasa, mi amor? -preguntó su madre con ternura al verla tan afligida. - Mamá, nadie nos quiere aquí. Todos nos rechazan por ser diferentes -sollozó Sofía.

La madre abrazó a su hija con fuerza y le dijo palabras reconfortantes: "No importa lo que piensen los demás, lo importante es cómo nos sentimos nosotros mismos". Luego le contó a Sofía sobre la magia interior que todos poseemos y cómo esa era la verdadera belleza que importaba.

Decididas a demostrarle al pueblo quiénes eran realmente, Sofía y su madre comenzaron a ayudar a quienes más lo necesitaban sin esperar nada a cambio. Arreglaban casas viejas, cuidaban animales abandonados y sembraban flores por todo el pueblo para alegrar el ambiente.

Poco a poco, las personas del lugar empezaron a notar el cambio en Sofía y su madre. Se dieron cuenta de que la verdadera belleza radicaba en sus corazones generosos y no en sus apariencias externas o posesiones materiales.

Un día, cuando Sofía estaba regando las plantas del jardín municipal junto con algunos niños del pueblo que ahora eran sus amigos, llegó una anciana muy enferma pidiendo ayuda desesperadamente.

Sin dudarlo ni un segundo, Sofía corrió hacia ella para asistirla junto con los demás niños. - ¡Gracias por ayudarme! -dijo la anciana entre lágrimas-. Me equivoqué al juzgarlos por cómo lucen por fuera. Ustedes son verdaderamente especiales por dentro.

Desde ese día en adelante, Sofía y su madre fueron aceptadas plenamente por toda la comunidad. Aprendieron juntos una valiosa lección: nunca juzgar a alguien por su apariencia exterior o posesiones materiales; lo importante es mostrar bondad y comprensión hacia los demás sin importar quiénes sean o cómo luzcan.

Y así vivieron felices para siempre en aquel lugar inhóspito convertido ahora en un hogar lleno de amor y aceptación mutua.

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