Sofía y la lección de la bondad



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, una niña llamada Sofía. Sofía era conocida por ser desobediente y malcriada con todos a su alrededor.

Siempre hacía travesuras, desobedecía a sus padres y no respetaba a sus mayores. Un día, cansados de su mal comportamiento, los habitantes del pueblo decidieron hacerle frente a Sofía. Se reunieron en la plaza principal y le dijeron que ya no podían tolerar más su actitud irrespetuosa.

Sofía se burló de ellos y les gritó insultos, pensando que nunca nadie se atrevería a decirle nada. Pero los habitantes de Villa Alegre estaban decididos a enseñarle una lección a Sofía.

Decidieron organizar un concurso en el que debían superar diferentes pruebas para demostrar quién era el mejor del pueblo. Sorprendida por esta iniciativa, Sofía aceptó participar creyendo que ganaría fácilmente. La primera prueba consistió en ayudar a ancianos del asilo a cruzar la calle.

Mientras los demás niños corrían rápidamente para ofrecer su ayuda, Sofía se quedó rezagada pensando que era una tarea fácil y aburrida.

Sin embargo, cuando vio la sonrisa de gratitud en el rostro de los ancianos al ser ayudados, algo comenzó a cambiar dentro de ella. "¡Vamos Sofía! ¡No te quedes atrás!" -gritaban los demás niños animándola. Sofía decidió entonces unirse al grupo y ayudar también.

La segunda prueba consistió en limpiar el parque del pueblo, reagarrando la basura acumulada por días. Al principio le costaba trabajo seguir el ritmo de los demás niños, pero poco a poco se fue integrando al equipo y colaborando con entusiasmo.

Después de superar todas las pruebas con éxito, llegó el momento de la última tarea: pedir disculpas sinceramente a todos aquellos a quienes había lastimado con su mal comportamiento. Con timidez y vergüenza, Sofía se acercó primero a sus padres y les pidió perdón por haberles faltado el respeto tantas veces.

"Lo siento mucho mamá y papá. Prometo ser mejor hija a partir de ahora" -dijo con lágrimas en los ojos.

Sus padres la abrazaron emocionados y le aseguraron que estaban orgullosos de ella por reconocer sus errores y querer cambiar. Luego, uno por uno, fue disculpándose con cada habitante del pueblo al que había tratado mal.

Finalmente, cuando terminó de disculparse con todos, algo mágico ocurrió dentro de Sofía: sintió cómo un peso enorme se levantaba de sus hombros y cómo su corazón se llenaba de alegría y paz interior. Desde ese día en adelante, Sofía se convirtió en una niña amable, respetuosa y solidaria con todos.

Los habitantes de Villa Alegre celebraron junto a ella esta transformación tan maravillosa e inspiradora. Y así fue como Sofía aprendió que siempre es posible rectificar nuestros errores si estamos dispuestos a cambiar sinceramente nuestro comportamiento hacia los demás.

FIN.

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