Sofía y la Magia de la Amistad



Era una vez en un barrio lleno de risas y juegos, una niña llamada Sofía. Sofía era una niña llena de energía, su risa resonaba como un tambor entre los árboles del parque. Sin embargo, no todo era alegría. A pesar de su energía, a sus compañeros de escuela no les gustaba jugar con ella.

Cuando el timbre sonaba, los demás niños formaban grupos, ¡pero casi siempre se quedaba sola!"Oye, Sofía, jugá con nosotras", decía Valen, mientras corría hacia ella, pero Sofía, emocionada, saltaba y se abalanzaba sobre el grupo.

"¡Vamos a jugar a las escondidas!", gritaba Sofía. Pero, en lugar de contar hasta diez como todos, se olvidaba y corría a buscar a sus amigos.

"¡Sofía, contá bien!", le decía su maestra, la señora Marta, con un tono cansado.

Con el tiempo, Sofía empezó a sentir que todos la evitaban, lo que la hacía enojar más.

Ese día, Sofía llegó a casa con una nube oscura sobre su cabeza.

"¿Por qué no quiero jugar conmigo?", le preguntó a su mamá, que estaba en la cocina.

"Chiquita, a veces las cosas se complican. Quizás deberías intentar escuchar un poco más a tus amigos", le sugirió su mamá.

Sofía frunció el ceño. ¿Escuchar? Eso no sonaba divertido en lo absoluto. Al día siguiente, decidió seguir jugando de la misma manera en la escuela. Sin embargo, la situación no mejoraba.

"¡Ay, Sofía! ¡Eso duele!", le gritó Mateo mientras se frotaba el brazo.

Sofía se sintió mal, pero no sabía cómo cambiar. Esa tarde, su madre se sentó a su lado.

"Sofía, tengo una idea. ¿Qué te parece si hacemos un juego en casa? Te ayudaré a practicar a ser una buena amiga".

"¿De qué se trata, mamá?", preguntó Sofía, intrigada.

"Vamos a hacer un juego donde yo seré tu amiga y vos me decís cómo jugar bien, ¿te parece?"

Sofía pensó que era una idea divertida. Así, se pusieron a escribir reglas e incluso a practicar cómo contar. Después de un largo rato, Sofía miró a su mamá y dijo:

"¡Ahora entiendo, mamá! En el juego no se puede golpear. ¡Es solamente jugar y divertirse!"

A la mañana siguiente, fue diferente. Sofía llegó al parque emocionada.

"¡Hola, chicos! Hoy quiero jugar a las escondidas. ¡Voy a contar hasta diez y dejaré que me busquen!"

Los niños se miraron entre sí, sorprendidos por el cambio de Sofía.

"¿De verdad?", preguntó Valen nerviosamente.

"Sí, lo prometo. ¡Sólo denme un chance!", exclamó Sofía. Y así, comenzó a contar. Con cada número, el brillo en sus ojos crecía. Esta vez, cuando terminó de contar, se quedó en su lugar. Los demás se repartieron por el parque, escondiéndose detrás de árboles y bancos.

Cuando llegó el momento de buscar a sus amigos, Sofía se olvidó de pegar y sólo sonrió al encontrar a cada uno.

"¡Te encontré, Mateo!", dijo mientras lo abrazaba.

"¡Sofía, sos la mejor ahora!", exclamó él mientras escapaba corriendo.

Después de jugar un rato, todos estaban riendo y disfrutando. Sofía sintió una calidez en su corazón. Por fin, estaba siendo parte del grupo.

Después de muchos juegos, la señora Marta los vio desde su ventana y decidió salir de su salón.

"¡Chicos, qué alegría verlos jugar juntos! Sofía, ¡felicitaciones! Parece que has aprendido a escuchar!"

Sofía se sonrojó, pero estaba feliz. Al llegar a casa, le contó a su mamá todo lo que había pasado.

"Mamá, ¡hoy fui una buena amiga!"

"¡Así me gusta, Sofía! Recuerda, la amistad se construye uniendo esfuerzos y respetando a los demás", le respondió con una sonrisa.

Desde ese día, Sofía continuó haciendo nuevos amigos y también se dio cuenta de que era divertido compartir y seguir reglas. Aprendió a escuchar y, lo más importante, a disfrutar de la magia de la amistad.

Y aunque a veces había desafíos, siempre los enfrentaba con una sonrisa y mucha energía, porque, al fin y al cabo, ser amigos es lo mejor que le puede pasar a una niña como Sofía.

FIN.

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