Sofía y la Máquina de Escribir Mágica
Sofía, una niña curiosa y alegre, siempre esperaba con ansias los sábados junto a su abuelo. Cada fin de semana, ellos tenían un ritual: caminar hacia el mirador que estaba en el parque, donde podían ver el cielo despejado y los árboles danzantes. Para Sofía, esos momentos eran llenos de magia.
Un día soleado, mientras corría hacia él, decidió que ese sábado tendría que ser especial.
"¡Abuelo! ¡Hoy siento que vamos a hacer algo increíble!" -exclamó con una sonrisa de oreja a oreja mientras abría la puerta de la casa de su abuelo.
"Así es, Sofi. La naturaleza siempre tiene sorpresas para nosotros. ¿Qué aventura te gustaría vivir hoy?" -respondió el abuelo, con una mirada traviesa. Mientras caminaban hacia el mirador, Sofía estaba llena de ideas. Pero cuando llegaron, encontraron algo sorprendente: una máquina de escribir antigua, con polvo en las teclas y un aire misterioso.
"¿Qué es eso?" -preguntó Sofía, acercándose.
"No lo sé, pero parece que lleva mucho tiempo aquí. Podríamos probarla. Tal vez escribe cuentos mágicos" -sugirió el abuelo, limpiando el polvo con su pañuelo.
Sofía movió las teclas una a una y de repente, una luz brillante comenzó a salir de la máquina. Ella y su abuelo fueron atrapados en un destello de colores y cuando abrieron los ojos, estaban en un mundo completamente diferente. Había criaturas fantasticas, ríos de chocolate y árboles que hablaban.
"¡Mirá, abuelo! ¡Estamos en un cuento!" -gritó Sofía, llena de asombro.
"Sí, y creo que somos parte de la historia. ¡Vamos a explorar!" -dijo el abuelo, con una chispa de emoción.
Mientras caminaban, conocieron a un sapo que les dijo que necesitaba ayuda.
"Necesito un cuento que puedas escribir en esa máquina" -dijo el sapo, titubeando.
"¿Un cuento? ¿Para qué?" -preguntó Sofía.
"Si me ayudas a contar la historia del río de chocolate, volverá a fluir y alegrará a todos los habitantes de este mundo" -respondió el sapo.
Sofía se miró con su abuelo y juntos comenzaron a buscar ideas. Durante su búsqueda, conocieron a una mariposa que les enseñó a cuidar del medio ambiente, a un ratón que contaba chistes y a un viejo árbol sabio que compartía historias de tiempos pasados.
"Cada historia tiene un mensaje, Sofía. ¿Cuál será el mensaje de nuestro cuento?" -preguntó el abuelo.
Después de muchas aventuras y lecciones sobre la amistad y el cuidado del ambiente, Sofía tuvo una gran idea.
"¡Escribiremos un cuento sobre la importancia de cuidar el río! Si todos lo cuidan, siempre habrá chocolate para todos" -dijo emocionada.
Regresaron a la máquina de escribir y comenzaron a teclear su historia. Palabras de amistad y responsabilidad llenaban las páginas. Al finalizar, el sapo se acercó nuevamente.
"¿Lo lograron?" -preguntó con esperanza.
"¡Sí!" -gritó Sofía al levantar el papel.
Al instante, el río comenzó a fluir nuevamente, llenando de alegría a todos los habitantes.
"Gracias, amigos. Ustedes han traído de regreso la magia de este lugar" -dijo el sapo, mientras todos festejaban.
Fue entonces que Sofía se dio cuenta de que las historias podían cambiar el mundo.
"¿Ves, abuelo?" -dijo mientras abrazaba a su abuelo, "las palabras tienen poder".
"Así es, Sofi. Siempre cuidemos lo que escribimos, porque puede llevar magia a otros" -respondió el abuelo con una sonrisa.
Luego de despedirse de sus nuevos amigos, regresaron a la máquina y, con el mismo destello de luz, volvieron al mirador.
"Esa fue la aventura más increíble que he vivido!" -exclamó Sofía mientras soltaba las manos del abuelo.
Desde aquel día, cada sábado no solo esperaban por nuevas aventuras, sino que también aprendieron a crear historias que podían inspirar y ayudar a otros. Porque en cada palabra que escribieron, había un pedacito de magia que podía cambiar el mundo.
FIN.