Sofía y la mariposa emocional


. Un día, mientras estaba en el jardín, Sofia se encontró con una mariposa muy hermosa y colorida. La mariposa volaba de flor en flor y parecía estar muy feliz. - ¡Hola! -saludó Sofia a la mariposa-.

¿Cómo estás? - Hola, Sofia -respondió la mariposa-. Estoy muy bien, gracias por preguntar. ¿Y tú cómo estás? Sofia suspiró y dijo:- A veces me siento confundida y no sé qué hacer con mis emociones.

La mariposa le sonrió amablemente y le dijo:- Eso es normal, Sofia. Todos tenemos emociones que a veces pueden ser difíciles de manejar. Pero lo importante es aprender a reconocerlas y expresarlas de manera saludable. Sofia frunció el ceño.

- Pero ¿cómo hago eso? No sé cómo ordenar mis emociones. La mariposa se posó sobre una hoja cerca de Sofia y comenzó a contarle una historia:- Había una vez un pequeño sapo llamado Tito.

Tito era un sapo muy curioso que siempre quería saber más sobre el mundo que lo rodeaba. Un día, mientras exploraba su hogar en el bosque, se encontró con un río caudaloso.

Tito nunca había visto algo así antes y decidió acercarse para ver mejor. Pero cuando intentó cruzarlo, las corrientes del agua lo arrastraron hacia abajo sin control alguno. Sofia escuchaba atentamente la historia de la mariposa mientras imaginaba al pequeño sapo luchando contra las corrientes del río.

- Al final -continuó la mariposa-, Tito logró salir del río y regresar a su hogar.

Pero aprendió una lección muy importante: que a veces, cuando las emociones nos arrastran como las corrientes del río, es importante encontrar un lugar seguro para detenerse y pedir ayuda. Sofia pensó en la historia de Tito y se dio cuenta de que ella también necesitaba encontrar un lugar seguro para ordenar sus emociones. - Gracias por contarme esa historia -dijo Sofia-.

Creo que voy a intentar encontrar mi propio lugar seguro para ordenar mis emociones. La mariposa sonrió con ternura. - Me alegra haber podido ayudarte, Sofia. Recuerda que siempre puedes contar conmigo si necesitas hablar sobre tus emociones.

Y así, Sofia aprendió la importancia de reconocer sus emociones y buscar ayuda cuando lo necesitaba. Y cada vez que se sentía confundida o abrumada, recordaba la historia del pequeño sapo Tito y encontraba su propio lugar seguro para ordenar sus pensamientos y emociones.

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