Sofía y la verdad de la amistad



Sofía era una chica de 13 años que vivía en un pequeño barrio de la ciudad. A pesar de que su familia no tenía mucho dinero, Sofía era feliz. Tenía una pasión por el arte, y pasaba horas dibujando en su cuaderno. En su primer año de liceo, había conocido a María, quien al principio parecía ser la amiga perfecta. Pero Sofía pronto se dio cuenta de que la amistad que compartían no era tan auténtica como ella pensaba.

Sofía y María estaban en la misma clase y compartían muchas risas. Pero a menudo, Sofía notaba que María se burlaba de las cosas que le gustaban. Un día, mientras estaban en el patio de la escuela, María dijo:

"¿Seguí dibujando esas cosas raras? Nadie entiende tu arte, Sofía. Es un poco tonto, ¿no?"

Sofía se sintió herida, pero guardó silencio. En su interior, comenzó a cuestionar su amistad. A medida que pasaban los días, María parecía más interesada en ser popular que en ser una verdadera amiga. Siempre la veía hablando con otros chicos y riéndose de las cosas que a Sofía le apasionaban.

Un día, en clase de arte, la profesora les pidió que hicieran una exposición sobre su obra favorita. Sofía decidió presentar sus dibujos, llenos de colores y sueños.

"No te preocupes, nadie prestará atención a esos garabatos", le susurró María cuando Sofía comenzó a mostrar su trabajo.

Sofía se sintió sola, pero decidió que no dejaría que esas palabras la detuvieran. Después de la clase, mientras estaba en el patio dibujando, vio a un grupo de chicos acercarse.

"Una de tus amigas nos contó que tus dibujos son malos", dijo uno de ellos.

Sofía se sintió desanimada, pero en ese momento decidió que quería demostrarles lo contrario. Regresó a casa y se puso a trabajar en un nuevo dibujo. Usó colores brillantes y se esforzó por hacer algo maravilloso.

Al día siguiente, en el recreo, Sofía presentó su nuevo dibujo a sus compañeros. Cuando lo vieron, algunos de ellos comenzaron a aplaudir y a elogiar su trabajo.

"¡No sabía que eras tan buena!", exclamó una chica.

Sofía sonrió y sintió que su confianza crecía. En ese instante, se dio cuenta de que una verdadera amistad nunca debería hacerla sentir mal por lo que es o por lo que ama.

Luego de la exposición, decidió hablar con María:

"María, me duele cuando te burlas de mis dibujos. Son una parte importante de mí."

María se quedó en silencio por un momento. Finalmente respondió:

"Lo siento, Sofía. No quise hacerte sentir mal. A veces me he sentido insegura y traté de hacerme notar."

Sofía sintió una mezcla de alivio y tristeza. Sabía que, aunque María no tuviera malas intenciones, esa amistad no era la que realmente deseaba.

"Tal vez deberíamos tomar un tiempo para pensar en lo que realmente buscamos en una amistad", sugirió Sofía.

María estuvo de acuerdo, pero Sofía ya había aprendido una lección importante: que una amistad verdadera se construye sobre la confianza y el respeto mutuo. Desde entonces, Sofía se rodeó de otros amigos que valoraban su talento y su pasión.

Con el tiempo, su confianza floreció y su arte se volvió más reconocido. Participó en una exposición local y recibió palabras de aliento de quienes apreciaban su trabajo.

Sofía entendió que ser fiel a uno mismo es lo más importante y que nunca se debe permitir que nadie le diga que no puede brillar. Su historia inspiró a otros a seguir su propio camino y a encontrar amistades que los hagan sentir valorados. Desde entonces, Sofía nunca permitió que las palabras negativas de nadie la detuvieran. En su corazón, siempre había un lugar especial para quienes la apoyaban y honoraban su auténtica pasión por el arte.

FIN.

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