Sofía y las amistades inesperadas



En un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, todos los días por la mañana, un grupo de desconocidos se cruzaba de camino a la escuela.

Había una niña llamada Sofía que siempre veía pasar a esas personas sin decirles nunca nada. Ella era muy tímida y le costaba mucho entablar conversación con extraños. Un día, mientras caminaba hacia la escuela, Sofía se encontró con un anciano que estaba sentado en un banco del parque.

El anciano tenía una mirada amable y una sonrisa cálida que invitaba a entablar conversación. Sofía decidió vencer su timidez y se acercó al anciano. "Buenos días", dijo tímidamente Sofía. "Buenos días, pequeña.

¿Cómo te llamas?", respondió el anciano con amabilidad. Sofía le contó al anciano sobre su dificultad para hablar con desconocidos y cómo siempre veía pasar a las mismas personas camino a la escuela sin decirles nada.

El anciano sonrió y le dijo: "A veces, solo hace falta dar el primer paso para conocer a alguien nuevo. ¿Por qué no intentas saludar a esas personas que ves todos los días?". Sofía asintió con timidez y se despidió del anciano para seguir su camino hacia la escuela.

Ese día, cuando vio pasar a los desconocidos habituales, decidió saludarlos con un tímido "¡Hola!". Para su sorpresa, todos le devolvieron el saludo con una amplia sonrisa en sus rostros.

Desde ese día en adelante, Sofía comenzó a saludar a todas las personas que se cruzaban en su camino hacia la escuela. Con el tiempo, se fue haciendo amiga de algunos de ellos e incluso descubrió intereses comunes que compartían.

Un día, mientras caminaba junto a sus nuevos amigos rumbo a la escuela, vieron al anciano del parque nuevamente sentado en el banco.

Esta vez, Sofía no dudó en presentarle a sus nuevos amigos y compartir con él lo valioso que fue para ella haber dado ese primer paso para superar su timidez. El anciano les dedicó una tierna sonrisa y les dijo: "Siempre hay oportunidades maravillosas esperando al otro lado de nuestra zona de confort. Solo debemos atrevernos a cruzarla".

Desde entonces, Sofía aprendió que cada encuentro con un desconocido podía convertirse en una hermosa oportunidad de hacer nuevas amistades y aprender cosas nuevas.

Y así, cada mañana rumbo a la escuela se convirtió en una aventura llena de sorpresas y alegrías compartidas junto a esos desconocidos convertidos en amigos gracias al simple gesto de decir "¡Hola!".

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!