Sofía y su soga mágica



Había una vez una princesa llamada Sofía que vivía en un reino rodeado de montañas y ríos. Ella era muy curiosa y siempre estaba buscando aventuras nuevas para vivir.

Un día, decidió salir a caminar por el bosque cercano al castillo. Mientras caminaba, encontró un puente muy antiguo y desgastado que cruzaba un río cristalino. La princesa se animó a cruzarlo, pero cuando llegó al medio del puente, éste comenzó a temblar peligrosamente.

Sofía sintió mucho miedo y pensó que iba a caerse al agua. De repente, apareció una soga mágica que se enrolló en su cintura y la levantó hacia arriba.

La princesa quedó suspendida en el aire sobre el río mientras la soga la llevaba hasta el otro extremo del puente. - ¡Qué maravilla! -exclamó Sofía-. ¡Nunca había sentido algo así! La soga mágica le habló con una voz dulce:- Soy tu amiga protectora, Princesa Sofía.

Estoy aquí para ayudarte siempre que lo necesites. Sofía quedó realmente sorprendida por aquella experiencia tan increíble e inesperada. Decidió buscar más aventuras para vivir junto a su nueva amiga protectora.

Un día, mientras exploraban juntas el bosque, escucharon unos gritos desesperados provenientes de lo profundo de la selva. Al acercarse, vieron que una langosta gigante había atrapado a un pajarito indefenso entre sus pinzas afiladas. - Tenemos que ayudarlo -dijo Sofía-.

¡No podemos dejar que la langosta lo lastime! La soga mágica se estiró hasta alcanzar al pajarito y lo levantó hacia arriba, lejos del alcance de las pinzas de la langosta. Pero ésta, enfurecida por haber perdido su presa, comenzó a perseguirlas.

Sofía y la soga mágica corrieron todo lo que pudieron hasta llegar a un árbol enorme con ramas muy altas. Allí treparon para ponerse a salvo. - No te preocupes -dijo la soga mágica-. Yo me encargo de distraerla mientras tú buscas una solución.

Sofía miró hacia abajo y vio que la langosta estaba intentando subir al árbol para atraparlas. Entonces, se acordó de las manzanas que había guardado en su bolsillo.

Las sacó y comenzó a lanzárselas una tras otra a la langosta. - ¡Hey! ¡Aquí hay comida más sabrosa! -gritaba Sofía mientras arrojaba las manzanas con fuerza. La langosta quedó distraída por el olor tentador de las frutas y dejó de perseguirlas.

Sofía aprovechó ese momento para bajar del árbol y liberar al pajarito atrapado entre sus pinzas. Cuando regresaron al castillo, todos los habitantes recibieron a Sofía como una heroína valiente por haber salvado al pajarito indefenso.

La princesa sonrió feliz mientras recordaba todas las aventuras vividas junto a su amiga protectora: la soga mágica. Desde ese día, Sofía aprendió que las cosas más valiosas en la vida no son los tesoros materiales, sino las amistades verdaderas y el coraje de enfrentar los desafíos con determinación y creatividad.

Y así, vivió feliz para siempre junto a su amiga protectora.

FIN.

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