Sofía y sus amigos alados
Había una vez una joven llamada Sofía que siempre se sentía triste sin motivo aparente. Aunque tenía amigos y una familia amorosa, no podía disfrutar de la vida porque constantemente se sentía sola y abandonada.
Un día, mientras caminaba por el parque con la cabeza gacha, Sofía tropezó con algo pequeño y suave. Al levantarlo, descubrió que era un conejito blanco con manchas negras. El conejito parecía perdido y asustado.
Sofía sintió empatía instantánea hacia el conejito y decidió llevarlo a casa para cuidarlo. Le puso de nombre "Saltarín" porque era muy ágil y le encantaba saltar por todos lados. Desde ese momento, Saltarín se convirtió en el compañero inseparable de Sofía.
Juntos exploraban el mundo, jugaban en el jardín e incluso compartían secretos bajo las estrellas. La tristeza de Sofía comenzó a desvanecerse poco a poco mientras pasaba tiempo con su nuevo amigo animal.
Un día soleado, mientras paseaban por el bosque cercano a su casa, Saltarín comenzó a correr frenéticamente hacia un árbol hueco. Intrigada, Sofía siguió al conejito hasta llegar al interior del árbol donde encontraron un nido lleno de pajaritos recién nacidos.
Sofia sabia que los pajaritos necesitaban ayuda urgente ya que sus padres no estaban cerca para alimentarlos. Decidió llevarlos a casa también y construyeron entre ella y Saltarín un hogar cálido para ellos en una caja llena de hojas y algodón.
Día tras día, Sofía se ocupaba de los pajaritos. Les daba de comer, los cuidaba y les enseñaba a volar. A medida que los pajaritos crecían fuertes y saludables, la tristeza de Sofía se desvanecía aún más.
Un día, mientras jugaban en el jardín con Saltarín y los pajaritos volando alrededor, Sofía recibió una invitación para participar en un concurso de arte en su escuela. Al principio, dudó en aceptar la invitación porque todavía sentía miedo de sentirse sola entre tanta gente.
Saltarín y los pajaritos parecían entender sus pensamientos y comenzaron a animarla. "¡Vamos Sofi! ¡Tú eres talentosa! ¡Puedes hacerlo!", decían emocionados. Inspirada por sus amigos animals emplumados, Sofía decidió aceptar el desafío del concurso de arte.
Pasó días dibujando y pintando su obra maestra: un hermoso paisaje lleno de colores vibrantes que reflejaban la alegría que había encontrado junto a Saltarín y los pajaritos. El día del concurso finalmente llegó.
Nerviosa pero valiente, Sofía mostró su pintura ante todos sus compañeros y profesores. Para su sorpresa, su obra fue aclamada por todos como una verdadera obra maestra llena de vida y felicidad. Desde ese día, Sofía dejó atrás su tristeza sin motivo aparente.
Comprendió que no estaba sola ni abandonada; tenía amigos maravillosos en Saltarín y los pajaritos, así como una familia amorosa que siempre estaría allí para ella.
Sofía aprendió que la vida puede ser hermosa si encontramos cosas pequeñas pero significativas que nos hagan felices. Y así, cada día, Sofía y sus amigos animals emplumados disfrutaron de la vida juntos, creando recuerdos inolvidables y compartiendo su alegría con el mundo.
FIN.