Sofía y sus travesuras acuáticas



Sofía era una niña llena de energía y curiosidad. Le encantaba correr y jugar en el agua, chapoteando alegremente con su amiga Lala, quien siempre estaba a su lado para compartir cada aventura. Sin embargo, había una cosa que Sofía no soportaba: el momento del baño.

Una tarde soleada en el parque, Sofía y Lala decidieron visitar la fuente del barrio, un lugar lleno de chorros de agua que salpicaban como lluvia de verano. Sofía con su cabello alborotado, se lanzó corriendo hacia la fuente.

"¡Mirá, Lala! ¡Es como un mar de risas!" - gritó Sofía mientras danzaba entre las gotas.

"¡Vamos a saltar!" - respondió Lala emocionada, sumándose a la diversión.

A medida que chapoteaban, las risas llenaban el aire. Pasaron horas disfrutando de la magia del agua, olvidando el tiempo. Pero cuando el sol comenzó a ocultarse, Sofía recordó que era hora de regresar a casa.

"¿Por qué siempre hay que bañarse después de jugar, Lala?" - preguntó Sofía mientras se sentaban en la vereda, cansadas pero felices.

"No sé, pero seguro que tiene que ver con cuidar nuestra piel y estar limpias para jugar otro día" - contestó Lala, tratando de ser tan sabia como una niña de diez años podía ser.

Al día siguiente, las chicas se encontraron a la salida de la escuela, y Sofía tenía una idea brillante.

"¡Vamos a hacer una gran aventura!" - propuso Sofía con su cabello desenfadado.

"¿Qué tenés en mente?" - inquirió Lala, intrigada.

"¿Te acordás de la historia del río mágico que contaron en clase? Dicen que si tocas el agua, te vuelve un experto en nadar. Vamos a buscarlo..." - Sofía sonrió con picardía.

Partieron hacia el bosque, donde se decía que estaba el río mágico. Con cada paso, Sofía y Lala se llenaban de emoción. Por fin llegaron: un río de aguas cristalinas que reflejaba el cielo.

"¡Lo encontramos!" - exclamó Sofía mientras saltaba de alegría.

"¡Sí! Vamos a tocar el agua y convertirnos en expertas nadadoras" - dijo Lala, y ambas se adentraron en el agua.

Jugando y chapoteando, sintieron una energía especial. El río parecía responder a sus risas. Pero en medio de su alegría, Sofía tropezó y cayó de lleno en el agua. En vez de asustarse, se dejó llevar y emergió riendo.

"¡Esto es genial!" - gritó Sofía mientras nadaba como una sirena.

"¡Mirá lo que puedo hacer!" - dijo Lala, intentando seguir su ejemplo, pero se encontraba un poco más atenta.

Una hora después, decidieron regresar a casa, emocionadas por su aventura. A medida que llegaban, el pensamiento del baño protagonista de todos los días cruzó por la mente de Sofía.

"Lala, no quiero ducharme, pero tal vez si me juego en la ducha mientras me baño, me va a gustar más" - sugirió Sofía con una idea que podía funcionar.

"¡Es una gran idea!" - aplaudió Lala. "Podés convertir eso en un juego, como si también estuvieras jugando en un parque acuático".

Al llegar a casa, Sofía tomó una gran toalla, dio un giro en su habitación y se metió bajo la ducha.

"Aquí vamos!" - gritó mientras giraba el agua caliente.

De repente, empezó a hacer burbujas con el gel de baño y a chapotear, creando su propio parque acuático. Rió y jugó tanto que realmente disfrutó cada instante.

Cuando terminó, Sofía se miró al espejo, con el cabello aún algo alborotado, pero una enorme sonrisa iluminaba su rostro.

"¡Lala, funcionó! ¡Me bañé y fue divertido!" - exclamó saltando de alegría.

Lala aplaudió mientras celebraban el éxito de Sofía. Desde ese día, cada vez que Sofía pensaba en el baño, lo imaginaba como una aventura. Jugar con agua se convirtió en su nuevo ritual.

Así, Sofía aprendió que con un poco de imaginación, las cosas que no le gustaban podían volverse entretenidas. Y, por supuesto, siempre se aseguró de compartir sus travesuras acuáticas con su amiga Lala, quien se convirtió en su cómplice en cada nueva aventura.

"¡Vamos de nuevo a la fuente!" - propuso Lala un día, y ambas se lanzaron a otra jornada de diversión como les gustaba. El agua siempre fue su aliada, y aunque podían salpicarse y jugar sin parar, al final siempre regresaban a casa listas para combatiendo la siguiente aventura con una buena ducha. ¡La vida con agua podía ser fantástica, incluso mientras se bañaban!

FIN.

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