Solcito, la semilla que florece



En un hermoso jardín, vivían muchos seres vivos: plantas, animales e insectos. Todos convivían en armonía y se ayudaban mutuamente para crecer y prosperar. Un día, nació una pequeña semilla de girasol llamada Solcito.

Desde el primer momento en que asomó por la tierra, supo que su destino era convertirse en una hermosa flor amarilla que alegraría a todos con su brillo. "¡Hola, Solcito! ¿Cómo estás hoy?" -le preguntaba la abejita Maya cada mañana al despertar.

"¡Hola, Maya! Estoy muy bien, pronto seré un girasol radiante" -respondía Solcito emocionada. Los días pasaron y Solcito creció fuerte y alto gracias al sol y al agua que recibía del suelo.

Pronto sus pétalos comenzaron a abrirse lentamente hasta formar un círculo perfecto lleno de vida y color. "¡Qué hermosa eres, Solcito! Eres la flor más bonita del jardín" -le decían las mariposas mientras revoloteaban a su alrededor.

Pero como todo en la naturaleza, el ciclo vital de Solcito también llegó a su fin. Sus pétalos comenzaron a marchitarse poco a poco hasta caer al suelo junto con sus semillas. "¿Qué te pasa, Solcito? Estás perdiendo tu brillo" -preguntaba preocupada Maya. "No te preocupes, Maya.

Es parte de mi ciclo vital. Pronto mis semillas germinarán y darán vida a nuevas plantas como yo lo hice alguna vez" -explicaba Solcito con calma.

Y así fue como las semillas de Solcito se esparcieron por el jardín y dieron origen a nuevos girasoles que seguirían floreciendo año tras año en un eterno ciclo de vida y renacimiento.

Desde entonces, todos los seres vivos del jardín aprendieron la importancia de aceptar el ciclo vital natural y disfrutar cada etapa con gratitud sabiendo que siempre habría un nuevo comienzo esperando al final del camino. Y así, el jardín siguió siendo testigo silencioso del constante fluir de la vida en perfecta armonía con la naturaleza.

FIN.

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