Solos en la Tormenta



El sol se había ocultado por completo y la noche había caído sobre la pequeña ciudad. En la casa de los Martínez, Javier y Laura se encontraban solos, una vez más. La tormenta empezaba a desatarse, con truenos y relámpagos que iluminaban el salón cada pocos segundos.

- ¿Te parece que va a ser muy fuerte? - preguntó Laura, encogida en el sofá.

- No lo sé, pero creo que podemos hacer algo para que el tiempo pase más rápido - contestó Javier, con una sonrisa.

Desearon un momento como este para jugar toda la noche. El resto del día lo habían pasado haciendo tareas en casa, y ahora que el clima se había vuelto tormentoso, no saber qué hacer los llenaba de un poco de miedo.

- ¿Qué te parece si hacemos una búsqueda del tesoro en casa? - sugirió Javier mientras se levantaba.

- ¡Eso suena genial! - Laura se animó, recuperando su energía.

Decidieron que el tesoro sería unos dulces que su mamá había escondido, así que se pusieron a elaborar un mapa. Mientras Javier dibujaba, la lluvia empezaba a golpear fuerte sobre el techo. Era el sonido perfecto para una aventura llena de misterio.

- ¡Ya tengo todo listo! - exclamó Javier, mostrando el mapa hecho con papel arrugado y marcas en lápiz.

Estaban tan concentrados en sus preparativos que no notaron cómo la tormenta se intensificó. Los relámpagos se hicieron más frecuentes, llenando la casa de sombras.

- ¿Escuchás eso? - dijo Laura, apuntando hacia la ventana, donde un gran trueno resonó.

- No te preocupes, solo es un poco de ruido. ¡Vamos por el tesoro! - dijo Javier tratando de tranquilizarla.

Ambos hermanos comenzaron a seguir las pistas que habían dibujado en su mapa. La primera pista les decía que buscaran en el lugar donde la mamá siempre guardaba los libros.

- Aquí no está... - mencionó Laura mientras miraba en la estantería.

- ¡Espera! - gritó Javier, señalando debajo de la mesa. - ¡Lo encontré!

Buscando bajo la mesa, hallaron un pequeño papel que decía: "Sigan hacia el lugar donde todos los días se come la merienda". Ambos se miraron con alegría.

- ¡La cocina! - exclamaron al unísono. Pero justo en ese momento, un relámpago iluminó la habitación con tanta intensidad que los dos se asustaron y se abrazaron.

- A lo mejor deberíamos parar - dijo Laura con voz temblorosa.

- ¡No! Esto es solo una aventura, y no podemos rendirnos ahora - le respondió Javier con entusiasmo.

La valentía del hermano hizo que Laura decidiera afrontarlo. Caminando a la cocina, ahora un poco más osada, sacaron una galletita de la alacena. La segunda pista era muy divertida, decía: "Busquen el lugar donde se cuelgan las chaquetas y los gorros".

Superaron los ecos de la tormenta y, riendo, corrieron hacia el perchero del hall. Había una bolsa en un rincón que a Javier le hizo recordar que mamá había dejado algo allí antes de irse.

- ¡Mirá! - gritó Javier, sacando de la bolsa un juego de cartas. - ¡Esto puede ser el tesoro que buscamos!

Laura se emocionó, pero siguió buscando. - ¡Leyendo la pista, estoy segura que lo dulce debe estar en el cajón de la cocina! -

Ambos se miran, comprendiendo que aun en la tormenta, el verdadero tesoro eran esos momentos compartidos, llenos de risas y aventuras. Así decidieron regresar a la cocina para explorar el cajón en busca de un delicioso bocadillo.

Pero cuando abrieron el cajón, ¡sorpresa! Allí no solo encontraron los dulces, sino que también había un libro. Laura lo sacó y lo empezó a hojear.

- ¡Mirá esto, Javier! - dijo emocionada. - ¡Es un libro de cuentos de aventuras!

- ¡Podemos leerlo juntos mientras esperamos que pase la tormenta! - propuso Javier entusiasmado.

Y así, se acomodaron en el sofá, cubiertos con una manta, leyendo relatos de valientes héroes que enfrentaban tormentas y dragones. Finalmente, la tormenta fue disminuyendo y, en su lugar, empezaron a escuchar el canto de las aves al amanecer.

Cuando la luz del nuevo día entró por las ventanas, Javier y Laura se sintieron contentos y seguros. Habían aprendido que aunque las tormentas puedan asustar al principio, pueden ser el inicio de una gran aventura, y que siempre pueden encontrar consuelo y alegría en compartir momentos juntos.

- ¿Sabés qué? - dijo Laura. - La próxima vez que oigamos una tormenta, haremos otra búsqueda del tesoro. ¡Es la mejor manera de pasar el tiempo!

- ¡Sin dudas! - le contestó Javier con una sonrisa. - ¡Y quizás agreguemos algo de baile!

Ambos rieron y se prepararon para un nuevo día lleno de sorpresas y risas.

FIN.

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