Sombras en la Selva



Era una hermosa mañana en la selva. Los pájaros cantaban y la brisa fresca hacían bailar las hojas. Sin embargo, había un grupo de animales bebés que se sentía un poco triste. Eran los pequeños de la selva: un tigrecito llamado Tigo, una monita traviesa llamada Momo, una tortuguita llamada Tula y un pequeño elefante llamado Eli. Todos ellos se habían reunido en un claro, esperando escuchar cuentos, pero no había historias ni dibujitos animados para entretenerse.

- ¿Por qué no tenemos dibujitos como los que cuentan los humanos? - preguntó Eli, moviendo su trompa inquieto.

- Me gustaría ver a alguien volar como los pájaros o a un pez bailar bajo el agua - respondió Tigo, mientras jugueteaba con una hoja.

Los padres de los animales estaban preocupados y querían hacer algo especial para entretener a sus pequeños. Después de pensarlo un rato, el papá tigre tuvo una idea brillante.

- ¿Y si hacemos una proyección de sombras? - sugirió.

- ¡Eso es genial! - exclamó mamá tortuga. - Podemos usar esa tela que tenemos y hacer un fuego detrás. Las sombras se verán como si fueran dibujos animados.

Los padres rápidamente se pusieron a trabajar. Reunieron una tela blanca grande y prepararon un pequeño fuego. Todos los animales bebés miraban desde lejos, curiosos. Entonces, los papás comenzaron a mover sus patas, creando formas mágicas en la tela.

Primero apareció la sombra de un pájaro. Momo aplaudió emocionada.

- ¡Miren, un ave! - gritó.

Luego, una sombra de un pez pasó nadando. Tula comenzó a reírse.

- ¡Es como si nadara en el aire! - exclamó.

Y así, los padres continuaron creando sombras. Un león rugiente, una rana saltando, e incluso una tortuga que parecía bailar. Los animales bebés estaban fascinados. Se querían reír, saltaban y aplaudían. La selva se llenó de risas y alegría.

- ¡Sigan, sigan! - pedía Eli emocionado. - ¡Quiero ver más!

Pero de repente, el fuego empezó a tambalearse. Las sombras ya no eran claras y la tela comenzó a caerse. Los animales bebés se preocuparon.

- ¿Qué pasa? - preguntó Tigo, mirándole a su papá.

El papá tigre se dio cuenta de que debían encontrar otra forma de sostener la tela. Entonces, todos los padres se unieron; unos sostenían la tela, otros le echaban más leña al fuego, y pronto la proyección volvió a estar en marcha.

Pero, en un giro inesperado, el viento comenzó a soplar fuertemente. La tela voló y se desvió ampliamente, y todos los animalitos quedaron boquiabiertos al ver que el viento había llevado la tela hacia una rama alta.

- ¡Ay no! - se lamentó Tula con tristeza. - ¡Ya no vamos a poder ver más sombras!

Sin embargo, los padres sonrieron y, juntos, comenzaron a hacer diferentes sombras en el suelo mismo.

- ¡Podemos hacer sombras en el suelo! - dijo Momo mientras aplaudía con sus manitas. - ¡Miren cómo saltan!

Los padres finalmente entendieron que no necesitaban el fuego ni la tela; el verdadero espectáculo estaba en la unión, la diversión y la creatividad. Así que comenzaron a jugar todos juntos, creando historias con las sombras de sus patas.

- Ésta es la sombra de un avión que vuela alto - dijo papá elefante, estirando su trompa.

- ¡Y aquí están los dinosaurios que caminan despacito! - añadió mamá monos, en su mejor imitación.

Finalmente, todos los pequeños animaban a sus papás a contar historias, y la selva se convirtió en un lugar mágico donde la amistad y la alegría predominaban.

- ¡No necesitamos dibujitos animados! - dijo Tigo, emocionado. - ¡Nosotros podemos hacer lo mismo!

- ¡Sí! - gritaron todos a la vez.

Y así, los animales bebés aprendieron que, aunque no tuvieran acceso a los dibujitos animados, siempre podían encontrar una manera de divertirse en compañía de sus seres queridos. La selva se iluminó con risas y cada noche se convirtió en una nueva aventura llena de sombras y cuentos.

Desde ese día, sus noches estaban llenas de imaginación y creatividad, y cada sombra contaba una historia distinta en la maravillosa selva.

FIN.

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