Sonrisas brillantes


Había una vez dos hermanas llamadas Anna y Clara. Anna era una niña muy traviesa y divertida, pero tenía un problema: no le gustaba cepillarse los dientes.

Por otro lado, Clara siempre fue responsable y cuidadosa con su higiene personal. Cada mañana, cuando su mamá les recordaba que debían cepillarse los dientes, Clara lo hacía sin problemas. Pero Anna siempre encontraba alguna excusa para evitarlo.

Decía que el cepillo de dientes le picaba o que prefería jugar un rato más antes de irse a la escuela. Los días pasaban y cada vez la boca de Anna lucía peor. Sus dientes estaban amarillos y llenos de sarro, además tenía mal aliento.

A pesar de esto, ella no quería cambiar su actitud y seguir evitando el cepillo de dientes.

Un día, mientras jugaban en el parque con sus amigos, uno de ellos se acercó a Anna y le dijo:- Oye Anna, ¿por qué tus dientes están tan feos? ¿No te has dado cuenta? Anna se sintió muy avergonzada por las palabras de su amigo. Comenzó a sentirse triste porque sabía que tenía razón: había descuidado su higiene bucal.

Esa noche, mientras se miraba en el espejo antes de dormir, Anna pensó en lo importante que era cuidar sus dientes. Recordó todas las veces que había evitado hacerlo solo por pereza o falta de interés.

Decidió entonces hablar con su mamá sobre todo lo que estaba sintiendo. - Mamá -le dijo con voz temblorosa-, estoy arrepentida por no haberme cepillado los dientes. Me doy cuenta de que he descuidado mi higiene y ahora mis dientes están en mal estado.

Su mamá la escuchó atentamente y le respondió con cariño:- Anna, estoy feliz de que te des cuenta de lo importante que es cuidar tus dientes. No debes sentirte avergonzada, todos cometemos errores.

Lo importante es aprender de ellos y hacer las cosas bien a partir de ahora. A partir de ese día, Anna comenzó a cepillarse los dientes todas las mañanas y noches sin falta. También aprendió sobre la importancia del hilo dental y el enjuague bucal.

Poco a poco, sus dientes fueron mejorando su apariencia. Ya no estaban amarillos ni llenos de sarro, sino blancos y brillantes como los de Clara.

Un día, cuando volvieron al parque, el mismo amigo se acercó a Anna sorprendido:- ¡Wow! Anna, tus dientes están hermosos. Se nota que te has estado cuidando mucho más últimamente. Anna sonrió orgullosa y le respondió:- Sí amigo, he aprendido lo importante que es cuidar mis dientes. Gracias por recordármelo aquel día en el parque.

Desde entonces, Anna fue un gran ejemplo para sus amigos. Les contaba su historia y les enseñaba cómo cepillarse correctamente los dientes.

Y así fue como Anna aprendió una valiosa lección: nunca es tarde para cambiar nuestros hábitos si nos damos cuenta del error que estamos cometiendo. Cuidar nuestra higiene personal es fundamental para tener una vida sana y feliz.

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