Sonrisas en el camino


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Alegría, vivían dos amigos muy especiales: Marcos y Andrea. Marcos era conocido por ser siempre feliz y lleno de energía, mientras que Andrea era más tranquila y melancólica.

Un día, Marcos decidió buscar trabajo para ayudar a su familia. Se levantó temprano por la mañana con mucha emoción y se dirigió al centro del pueblo donde había varias tiendas.

Al llegar, se encontró con Andrea quien estaba sentada en un banco mirando tristemente hacia el suelo. - ¡Hola Andrea! ¿Qué te pasa? - preguntó Marcos preocupado. Andrea suspiró profundamente y respondió: - No me siento bien hoy, estoy triste sin razón aparente.

Marcos no sabía qué hacer para animar a su amiga, pero recordaba lo feliz que solía ser cuando ayudaba a los demás. Entonces tuvo una idea brillante. - ¡Ya sé cómo hacerte sentir mejor! Ven conmigo a buscar trabajo.

Seguro que encontrar algo que te haga sonreír - dijo entusiasmado. Andrea dudó un momento pero finalmente aceptó acompañarlo. Juntos comenzaron a recorrer todas las tiendas del pueblo en busca de empleo. Sin embargo, ninguna de ellas parecía necesitar nuevos trabajadores en ese momento.

Desanimados, decidieron descansar en una plaza cercana. Sentados en un banco bajo la sombra de un árbol, comenzaron a hablar sobre cómo podrían encontrar trabajo y alegrarse mutuamente.

De repente, escucharon una música muy animada proveniente del otro lado de la plaza. Se acercaron curiosos y descubrieron un grupo de artistas callejeros que estaban haciendo malabares y acrobacias. Marcos no pudo contener su emoción y se unió a ellos, demostrando sus habilidades para hacer piruetas.

Andrea, sorprendida por la valentía de Marcos, decidió vencer su tristeza y también participar en el espectáculo. Juntos, hicieron una increíble actuación que dejó a todos los espectadores boquiabiertos. Al finalizar, recibieron aplausos y felicitaciones por su talento.

Fue en ese momento que ambos amigos se dieron cuenta de lo importante que era compartir su alegría con los demás. A partir de ese día, Marcos y Andrea decidieron convertirse en artistas callejeros itinerantes.

Viajaron por diferentes pueblos llevando sonrisas a todas las personas que encontraban en su camino. Su fama creció rápidamente y fueron invitados a actuar en festivales importantes. Su amistad se fortaleció aún más mientras compartían risas, emociones y aventuras juntos.

Y así fue como Marcos ayudó a Andrea a encontrar la felicidad nuevamente al mostrarle el poder transformador de compartir alegría con los demás.

Juntos aprendieron que incluso cuando uno está triste, siempre hay una forma de encontrar la luz dentro de uno mismo y regalarla al mundo entero.

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