Sonrisas en el Hospital



Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, dos amigas llamadas Lucía y Karen. Ambas eran médicas y trabajaban juntas en el único hospital del lugar.

Aunque adoraban su trabajo, había días en los que se sentían muy aburridas. Un día soleado, mientras atendían a los pacientes, Karen miró por la ventana y suspiró: "Lucía, hoy me siento tan cansada y aburrida.

¿No te gustaría irnos a casa temprano?"Lucía también estaba deseando irse a casa y descansar un poco. Así que pensaron en una idea para entretenerse mientras seguían cumpliendo con su deber de cuidar a los enfermos. Decidieron organizar una competencia amistosa para animar el hospital.

La competencia consistiría en ver quién podía hacer sonreír al mayor número de pacientes durante ese día. Ambas se dividieron las tareas: Lucía se encargaría de hacer malabares con algunos objetos coloridos y Karen sería la encargada de contar chistes divertidos.

Con esta iniciativa, esperaban alegrarle el día a todos aquellos que estaban pasando por momentos difíciles. Durante toda la tarde, ambas recorrieron cada habitación del hospital llevando risas y alegrías a cada paciente.

Al principio fue difícil porque algunos estaban tristes o preocupados por su enfermedad, pero no se rindieron. Cuando entraron en la habitación del Señor González, quien había estado muy enfermo durante varios días, decidieron dar lo mejor de sí mismas para sacarle una sonrisa.

Lucía comenzó a hacer malabares con pelotas de colores mientras Karen contaba chistes y anécdotas graciosas. "¿Sabes por qué los pájaros no usan Facebook?", preguntó Karen al Señor González. El paciente, intrigado, respondió: "No tengo idea.

¿Por qué?""¡Porque ya tienen Twitter!", exclamó Karen, haciendo reír al Señor González a carcajadas. Después de un rato, el aburrimiento dio paso a la risa contagiosa en todo el hospital.

Los pacientes se sentían más animados y sus preocupaciones parecían desvanecerse por un momento. Incluso los médicos y enfermeras que estaban ocupados con sus labores se contagiaron del espíritu alegre que Lucía y Karen habían creado en el lugar.

Al final del día, cuando todas las risas habían cesado y era hora de irse a casa, Lucía y Karen se encontraron frente al ascensor del hospital. Estaban agotadas pero felices por haber logrado su objetivo de alegrar el día de todos. "Mira lo que logramos hoy", dijo Lucía emocionada.

"Aunque estábamos aburridas, pudimos hacer sonreír a mucha gente". Karen asintió con una amplia sonrisa en su rostro. "Es cierto, nuestra competencia nos recordó lo gratificante que es nuestro trabajo como médicas. Cada sonrisa que conseguimos fue un pequeño triunfo".

Desde aquel día, Lucía y Karen decidieron organizar competencias amistosas cada vez que se sintieran aburridas en el hospital. Aprendieron que incluso en los momentos más difíciles siempre hay espacio para la alegría y la diversión.

Y así, Villa Esperanza se convirtió en un lugar donde la risa y el amor por los demás se propagaban como un contagio positivo. Gracias a Lucía y Karen, todos aprendieron que una sonrisa puede ser el mejor remedio para cualquier enfermedad.

Y aunque seguían trabajando duro, nunca volvieron a sentirse aburridas en su trabajo.

FIN.

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